Opinión
Alito: una sombra opositora
La credibilidad de Alejandro Moreno no ayuda a sostener sus dichos dentro y fuera del país. Su imagen es como la del PRI, la sombra de un pasado en el que fue poderoso y hoy se pierde en el olvido.Alejandro Moreno llegó al PRI entre acusaciones de fraude, compra de votos y rebase de topes de campaña. Su arribo al edificio de Insurgentes Norte fue un mal presagio para muchos de sus integrantes que sabían de su agresividad desde que, siendo muy joven, en 1999 ayudó al gobernador de Campeche, José Antonio González Curi, a sacar con suma violencia al rector de la Universidad Autónoma de Campeche, José Abud Flores, apoyado por un grupo de porros.
A Alejandro Moreno, Alito, le gusta el box. De hecho, cuando lo practicó le decían El Púas por su estilo marrullero parecido al del tepiteño Rubén Olivares. Ese gusto por la pelea lo muestra también en el ring político, sobre todo dentro del PRI, donde a todos sus contrincantes los golpea política y mediáticamente a través de chicanadas y declaraciones estridentes que reporteros afines publican con amplitud.
Con el apoyo de Enrique Peña Nieto y sin el reparo de Andrés Manuel López Obrador, Alito Moreno tomó en sus manos la dirigencia del PRI y se apropió del partido. Uno de sus primeros pasos fue modificar los viejos estatutos y ahora el exgobernador de Campeche es el único que puede firmar los documentos institucionales encaminados a pedir prestamos bancarios, venta de instalaciones, alianzas electorales y modificaciones a los estatutos partidistas. Es decir, es el amo y dueño del partido.
Nadie más que él decide los derroteros del PRI, un partido que cuando Alito llegó tenía un padrón de 6 millones 605 mil 740 militantes registrados en el Instituto Nacional Electoral y gobernaba en 12 entidades, pero que ahora solo gobierna en Durango y Coahuila, ambos ganados con una coalición con el PAN y el PRD, y ha perdido casi 80% de su militancia, pasando a un millón 411 mil 889 en 2023.
El PRI atraviesa no sólo una crisis electoral, también de liderazgo, identidad, militancia y legalidad. Alejandro Moreno tiene tras de sí demandas judiciales que, aun cuando las ningunea y minimiza, están vigentes y de ser aplicadas podrían dar paso a un juicio político para quitarle el fuero y ser procesado judicialmente.
En mensajes en redes sociales acusó de persecución política y rechazo las acusaciones de la Fiscalía de Campeche de supuesto peculado y uso indebido de atribuciones para el presunto desvío de 83 millones 508 mil pesos cuando era gobernador de esa entidad.
La Sección Instructora de la Cámara de Diputados comenzó el viernes último el análisis de una nueva solicitud de desafuero contra Alejandro Moreno Cárdenas, por presuntos delitos cometidos durante su administración como gobernador de Campeche, entre ellos peculado.
Es el segundo intento de desaforar al dirigente del PRI quien, fiel a su estilo, respondió con un golpe mediático anunciando que viajará a Estados Unidos para presentar denuncias por presuntos nexos con el narcotráfico en contra de miembros de Morena, entre ellos al expresidente Andrés Manuel López Obrador, su hijo Andrés López Beltrán, funcionarios como Mario Delgado, Marina del Pilar Ávila, Marcelo Ebrard, el senador Adán Augusto López y el gobernador Alfonso Durazo.
Pero la credibilidad de Alejandro Moreno no ayuda a sostener sus dichos dentro y fuera del país. Su imagen es como la del PRI, la sombra de un pasado en el que fue poderoso y hoy se pierde en el olvido.
Por cierto... La mayor cantidad de personajes políticos vinculados con el narcotráfico la tiene el PRI.