Trump presidente
Nuevo mapa político en América del Norte
La buena imagen internacional de la presidenta Claudia Sheinbaum, generada en medios de comunicación internacionales, proporciona un buen momento para tomar iniciativas que vayan más allá de llevar una relación cautelosa y cordial con Trump.El impacto de las políticas del gobierno de Trump a cien días de su regreso a la Casa Blanca ha dominado las reflexiones de los analistas durante los últimos días. La incertidumbre, desorden, temor, rechazo y desconfianza han sido los sentimientos expresados más frecuentemente. Una excepción a tales sentimientos es la satisfacción por el resultado de las elecciones parlamentarias celebradas el 28 de abril en Canadá.
El triunfo del Partido Liberal ha sido atribuido, con razón, a los ataques de Trump a ese país y la consiguiente exaltación nacionalista que detuvo el avance que tenía el partido conservador, inicialmente simpatizante de Trump.
Las agresiones económicas (imposición de aranceles) y los comentarios insultantes sobre la trasformación de Canadá en el estado 51 de la Unión Americana indignaron a la ciudadanía canadiense.
De manera muy acertada el nuevo líder del partido liberal Mark Carney, connotado economista que entre otras responsabilidades ha sido presidente del Banco de Inglaterra, centró su narrativa en hacer frente a los ataques de Trump.
El discurso para reconocer la victoria fue un texto muy significativo que gira en torno de tres temas: el llamado a la unidad que permita a liberales y conservadores hacer frente a los momentos difíciles que se viven, la toma de posición ante el quiebre de la antigua y sólida relación con Estados Unidos y la decisión de encontrar nuevas vías para el florecimiento de la economía canadiense a partir de sus valiosos recursos internos y nuevas alianzas con países de Europa y Asia.
“Como muchos han advertido, Estados Unidos quiere nuestras tierras, nuestros recursos, nuestras aguas, nuestro país. No se trata de amenazas vanas. El presidente Trump esta tratando de quebrarnos para que pueda poseernos. Eso nunca, jamás sucederá”.
A tales aseveraciones, Carney añadió consideraciones más detalladas sobre los momentos actuales. “Estamos en un momento de inflexión. Nuestra antigua relación con Estados Unidos basada en una integración cada vez mayor ha terminado. El sistema de comercio global abierto, anclado por Estados Unidos, es un sistema en el que Canadá ha confiado desde finales de la II Guerra Mundial, un sistema que, sin ser perfecto, ha brindado prosperidad a mi país durante décadas… Hemos superado la conmoción de la traición estadunidense, pero nunca debemos olvidar las lecciones”.
Partiendo de tales posiciones, Carney inicia su mandato con tareas muy urgentes en el ámbito interno e internacional. Internamente, la economía atraviesa momentos difíciles por la elevación exagerada del costo de la vivienda y la falta de empleos con mejores retribuciones.

En el ámbito internacional la diversificación de sus relaciones económicas será fundamental. Cuenta para ello con buenas relaciones con los dirigentes de países europeos. Asimismo en junio será el anfitrión de la reunión del G7, (Canadá, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia Japón y la Unión Europea)
Ahora bien, la posición canadiense para lograr el éxito de esa reunión tiene que matizar el antitrumpismo que llevó al poder al partido liberal y encontrar un punto intermedio que, acorde con las posiciones de la mayoría de los participantes, desea evitar un rompimiento con Estados Unidos, disminuir las tensiones y navegar, de la mejor manera posible, bajo el huracán que ha producido Trump.
La conversación privada que seguramente sostendrán pronto Trump y Carney sentará las bases de una relación respetuosa de los sentimientos del pueblo canadiense y su soberanía. Está en el interés de ambos países vecinos que así sea.
Es obligado ahora preguntarnos sobre la posición de México. Con estilos y condiciones internas muy diferentes, los dirigentes de ambos países tienen un vínculo que obliga a la buena relación: la pertenencia al T-MEC. Es deseable que el tema de la relación con Canadá tenga lugar privilegiado en las tareas de la Secretaria de Relaciones Exteriores. Sin embargo, hasta ahora no se advierten signos de que esté ocurriendo.
La relación con Canadá ha sido descuidada como parte de la escasa o nula atención concedida a la política exterior durante el sexenio del López Obrador. Siete meses después de la llegada al poder de la nueva presidenta, los cambios en la política exterior no se advierten, más allá de la relación con Estados Unidos; en ese caso, la responsabilidad recae en varias secretarías, en particular la de Economía, la de Seguridad y las Secretarías de Defensa y Marina.
En ese contexto la Secretaría de Relaciones Exteriores está muy disminuida. La falta de presupuesto, entre otras razones, ha impedido realizar cambios urgentes como sería, en estos momentos, el fortalecimiento de la relación con Canadá, empezando por el nombramiento de un nuevo embajador más familiarizado con la actividad diplomática. Tal no es el perfil de quien ahora ocupa el puesto.
La formulación de una verdadera estrategia de política exterior que contribuya al mejor entendimiento de nuestra posición en el mundo y los objetivos que debemos perseguir no ha sido formulada.
La buena imagen internacional de la presidenta Claudia Sheinbaum, generada en medios de comunicación internacionales, proporciona un buen momento para tomar iniciativas que vayan más allá de llevar una relación cautelosa y cordial con Trump.
Prepararse para las negociaciones difíciles que acompañarán la renegociación del T-MEC, que en la práctica ya se han iniciado, obliga a un buen diálogo Sheinbum-Carney. La forma y el momento para realizarlo es una de las tareas que se esperan con mayor interés.
Ese encuentro y otras iniciativas que den un lugar a México en los cambios geopolíticos que están ocurriendo permitirán recuperar la posición de liderazgo como una de las voces más importantes de América Latina que alguna vez tuvo nuestro país.