Donald Trump
Los peligros de la era Trump 2.0
La transición a un nueva era geopolítica presenta peligros de los que poco se habla hasta ahora. Uno de ellos, la existencia de armas nucleares. Lograr acuerdos al respecto es fundamental para garantizar una paz que seguramente será frágil y de corta duración.Han transcurrido cerca de dos meses desde el regreso de Trump a la Casa Blanca. El mundo entero ha sido sacudido por una serie de medidas inconsistentes, agresivas y profundamente peligrosas. Entre ellas, las que mayormente pueden afectar la paz, son las relativas a la situación de la OTAN y la seguridad en Europa.
A esa organización pertenece el mayor número de países que poseen armas nucleares. Por lo tanto, la escalada del armamentismo no sólo conlleva desequilibrios y enfrentamientos que se creían superados; también abre la puerta a mayores abusos por parte de Putin, la exaltación del nacionalismo y la profundización de hostilidades. Todo ello teniendo como telón de fondo la posibilidad de una III Guerra Mundial.
El cambio de posición por parte del gobierno de Estados Unidos hacia la guerra en Ucrania fue el giro más llamativo de Trump desde que tomó posesión en enero último.
Después de las fuertes medidas económicas y cancelación de eventos culturales aplicadas a Rusia por su invasión a Ucrania, la narrativa del gobierno estadunidense cambió radicalmente. Para Trump la responsabilidad de la guerra en Ucrania recae en el presidente Zelensky, se ha referido a él de manera despectiva acusándole, entre otras cosas, de perpetuar una guerra que está causando miles de muertes.
Trump reclama ahora que los billones de dólares que Estados Unidos ha invertido en armamento proporcionado a Ucrania le sean retribuidos mediante un acuerdo que le permita explotar los minerales de alto valor estratégico que se encuentran en el territorio de ese país.
Lo anterior sería el punto de partida para iniciar negociaciones de paz con Rusia una de cuyas condiciones sería que en ellas no participen ni Ucrania ni los países europeos miembros de la OTAN. Rusia no ha dado a conocer todavía los reclamos que pondría sobre la mesa.
Sin embargo, ya es claro que no cederá un ápice del territorio que viene ocupando en Crimea desde 2014 o sobre los que ha avanzado en el sudeste de Ucrania desde su invasión en febrero de 2022.

La situación anterior llegó a un punto crítico el 28 de febrero, cuando Zelensky fue invitado a Washington a firmar el acuerdo sobre la sesión de minerales. Estaban presentes Trump y el vicepresidente JDVance. Se había invitado a la televisión para que transmitiera en vivo ese momento que, en realidad, era de gran humillación para Zelensky.
El evento, celebrado en el Salón Oval de la Casa Blanca, pasará a la historia como uno de los encuentros diplomáticos más desafortunados de que se tenga memoria. Difícil saber si Zelensky conocía la presencia de la televisión o fue sorprendido. En todo caso, se salió del guion que esperaban sus anfitriones dando lugar a una discusión acalorada a la que Trump puso fin bruscamente pidiendo la retirada de Zelensky.
El evento, de gran repercusión mediática, produjo una inmediata reacción por parte de todos los líderes europeos que se apresuraron a expresar su apoyo a Zelensky. Otro tanto hicieron los altos directivos de la Unión Europea (UE) al respaldar al presidente de Ucrania. Ursula Van der Leyen declaró enfáticamente: “Usted nunca va a estar solo, querido presidente” (NYT/ 02/03/)
Esa misma semana tuvo lugar una reunión encabezada por el primer ministro del Reino Unido, cuyos resultados apuntaron en dos direcciones: de una parte, enfatizar que Europa debe reforzar, de manera independiente, sus planes de defensa para garantizar su seguridad; por otra parte, se debe buscar la permanencia de Estados Unidos en la OTAN.
Lograr ambos propósitos es muy difícil. En primer lugar, la situación económica y política de los actuales líderes europeos no es vigorosa. Tanto Alemania como Francia, principales motores de la economía europea, atraviesan momentos difíciles. No hay duda sobre su voluntad de proceder de inmediato a elevar el gasto en defensa, pero ello obliga a reducir gastos en rubros necesarios para mantener estabilidad en su política interna.

De otra parte, la incertidumbre es la característica principal de las políticas de Trump; es difícil saber por lo pronto hasta dónde llevará su retiro de la OTAN y sus diferencias con los líderes europeos que no se refieren solamente a cuestiones de defensa, sino que involucran, también, el problema de los aranceles que les quiere imponer.
La transición hacia una Europa que ya no cuenta con el apoyo de Estados Unidos a la OTAN será un proceso complejo. Muchas decisiones habrá que tomar sobre el tipo de armamento que deben desarrollar los europeos; sobre el tiempo que se concederá a dicha transición, y mucho se deberá discutir sobre cómo proceder en el corto plazo.
Después de 80 años de pax americana, la nueva era que está precipitando Trump no puede seguir adelante sin provocar turbulencias. Es cierto y fácil afirmar que Estados Unidos ha dejado de ser un socio confiable, pero es muy difícil determinar qué sigue.
Los principales retos para Europa son en primer lugar tener garantías de seguridad, lo cual sólo puede obtenerse llegando a un acuerdo con Rusia. El tema de las cesiones de territorio por parte de Ucrania, las reparaciones por los enormes daños que se ha causado a su infraestructura, la fijación de las fronteras de lo que quede de la OTAN y el ingreso de Ucrania a la Unión Europea son sólo algunos de los muchos temas que se deben resolver. El apoyo que Trump brinde a Rusia al negociarse esos temas sin duda ejercerá una fuerte influencia.
Ahora bien, la transición a un nueva era geopolítica presenta peligros de los que poco se habla hasta ahora. Uno de ellos, al que me he referido en líneas arriba, es la existencia de armas nucleares. Lograr acuerdos al respecto es fundamental para garantizar una paz que seguramente será muy frágil y de corta duración.
Tal es la nueva era geopolítica hacia la que está empujando una personalidad irracional, caprichosa, poco confiable y francamente desquiciada. Desafortunadamente, es quien ocupa ahora la Casa Blanca.