Ismael El Mayo Zambada

El “Mayo” Zambada sobre la crisis de violencia en México: “Eso pasa porque la autoridad no hace su trabajo”

El 7 de julio de 2024 Ismael el Mayo Zambada conversó con Proceso. Contó episodios de su vida, de los lugares en donde se refugió durante más de 40 años.
lunes, 25 de agosto de 2025 · 21:45

El 7 de julio de 2024 Ismael el Mayo Zambada conversó con Proceso. Contó episodios de su vida, de los lugares en donde se refugió durante más de 40 años. Habló de su respaldo a las decisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador, del acuerdo de su hijo, el Vicentillo, con el gobierno de Estados Unidos y de cómo las autoridades locales han sido responsables de la violencia en el país. Dos semanas y media después, apareció en Texas, detenido por el gobierno de Estados Unidos, en un capítulo no esclarecido sobre una traición o una capitulación del último capo histórico de México.

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- 

A Ismael el Mayo Zambada nunca le gustó vivir en la ciudad. Ni siquiera Culiacán. La evitaba; por seguridad y por el mero placer de hacer su vida en torno al monte. Amo y señor, iba de un rancho a otro, de una finca a una casa u otra. Vastos sus dominios. 

?Vivió así durante más de 40 años. Siempre en su espacio, pero precavido, sin querer llamar la atención. A ratos, huyendo de cacerías que se desataron en casos muy precisos, como en 1985, cuando fue asesinado el agente de la DEA Enrique Camarena. O el 1 de julio de 2012, cuando Enrique Peña Nieto ganó las elecciones presidenciales. Esa noche un operativo fallido del Ejército, uno más, le permitió internarse en los vericuetos del Triángulo Dorado.

?Vivió alerta en todo momento porque también había que cuidarse de otras organizaciones, como la de los hermanos Arellano Félix; en particular de Benjamín, quien en una ocasión mandó a un francotirador a matarlo, en plena sierra. 

?También de los hermanos Beltrán Leyva, durante la peor pugna intestina del Cártel de Sinaloa(en 2008) hasta antes de la que ahora tiene a la entidad en virtual estado de guerra, entre mayos y chapos, con el gobernador Rubén Rocha Moya, señalado por el propio Zambada, como catalizador. 

?Muy pocas veces salía de sus terrenos. A sus familiares y socios en el narcotráfico les aconsejaba que se alejaran de las ciudades. “Son una trampa, dan mucha exposición”, les decía. Los vio caer a unos y a otros mientras él vivía al pie de la sierra.

?El ejido El Álamo, al sur de Culiacán, donde según él mismo nació el 31 de enero de 1950, se convirtió en su feudo, donde era respetado y protegido. Con el tiempo terminó haciendo a su gusto el pequeño pueblo del que algún tiempo fue comisario municipal. 

?Ahí, desde muy joven, empezó a dedicarse a traficar mariguana a Estados Unidos, donde después operó algunos años. Regresó a Sinaloa para trabajar con su compadre Amado Carrillo, el Señor de los Cielos.

?Con sus contemporáneos en el narcotráfico muertos o presos, a sus 74 años aún se dedicaba a “vender un kilo o diez de cocaína, cada que podía” en Estados Unidos. “Nada de fentanilo”, decía enfático. Traficar droga definió su vida. “El narcotráfico es una actividad que nunca va a terminar. Es un negocio en el que muchos están interesados”.

?La de 2012 fue la última ocasión en que tuvo que huir a la montaña. Ni el gobierno de Peña Nieto y mucho menos el de Andrés Manuel López Obrador emprendieron alguna acción que lo obligara a internarse en las montañas para ponerse a resguardo. Sin embargo, no podía bajar la guardia y se movía con un aparato de seguridad compacto.

?Sin acciones policiales o militares detrás de él, favorecedor de la política de López Obrador expresada en “los abrazos y no balazos”, su seguridad y las precauciones se estrecharon aún más desde enero de 2024, cuando de una caída en el baño se rompió el fémur. 

?Un mes después se volvió a caer. Se sometió a ocho operaciones en medio año. Muy a su pesar, tuvo que salir a la ciudad, no sólo a Culiacán, también a la capital del país para su atención médica.

?Esa doble caída retrasó el encuentro que se había pactado con Proceso meses atrás. Ismael el Mayo Zambada nos había buscado a fines de 2023, tal y como lo había hecho en 2010, cuando le propuso un encuentro al fundador de la revista, Julio Scherer García. Esta vez quería conocer a su hija María. 

?Uno de sus hombres de confianza facilitó el encuentro. Fue nuestro contacto y guía. Un hombre discreto, curtido en el submundo del narcotráfico, pero atento al mundo exterior. De su lealtad no hay duda. En más de una ocasión estuvo dispuesto a perder la libertad para salvar a Zambada, a quien conoce desde el inicio de su vida de narcotraficante. Otros dos hombres del círculo cercano se sumaron a la logística del encuentro.

?Nada de casas de seguridad, de ojos vendados ni de largas travesías para perder la orientación. El cambio de autos fue la única medida de seguridad evidente. La decisión liberal del gobierno de López Obrador de evitar la persecución de los narcotraficantes facilitó el desplazamiento por carreteras y montes. 

?Ningún patrullaje militar, ningún retén policial, ningún seguimiento. Nada que alterara esa mañana de verano que pronto se encaminaba a los 30 grados centígrados. Un hombre conduce a toda prisa una poderosa camioneta S10 Max, Chevrolet. La aguja supera los 130 kilómetros por hora. Los vehículos que alcanza se hacen a un lado para dejarlo pasar. 

?Nos enfilamos hacia el sur, en dirección a Mazatlán. La indicación fue que nuestro contacto diera aviso cuando llegáramos a cierto punto. Cuando pasamos por el lugar, el hombre recibió una llamada: “Dice la mamá que ya los está esperando”. El recorrido duró menos de media hora. Llegamos a El Salado, una población por donde se adentra hacia la sierra, en dirección a la frontera con Durango.

?Pese a lo temprano y a que era domingo, a la entrada del pueblo dos jóvenes que hacían una disimulada guardia se saludaron con el conductor. En unos minutos, la camioneta, cuyo precio sólo cobra sentido en esos caminos serranos, rodeó el pequeño poblado y tomó un camino de tierra hacia la comunidad de El Álamo, en uno de los tantos caminos del Triángulo Dorado, epicentro histórico de la droga en México.

?El camino de tierra se volvió empedrado cuando nos aproximamos a la iglesia que domina el panorama de casas bajas. Por fuera luce impecable, con su fachada amarilla, su campanario blanco con remates rosas y el atrio enrejado. Enseguida del templo, hay una calle estrecha por donde apenas puede doblar la camioneta. Muy difícil sorprender con un operativo terrestre en esas condiciones. 

?Calle adentro se abre una larga puerta de madera corrediza. Sale un auto compacto. “Es elTerapias”, dicen el conductor y nuestro contacto. 

Adentro activaron el mecanismo eléctrico para cerrar la puerta apenas salió el pequeño auto. Apercibidos de nuestra llegada, la puerta se volvió a abrir. Entramos y se extendió la mirada: una finca con una casa de grandes espacios y patio al frente. 

?En la cochera, seis vehículos, entre camionetas y autos. Del otro, lado, bajo un cobertizo una decena de hombres listos para lo que se necesite.

Éste es un fragmento del texto principal publicado en la edición 20 de la revista Proceso, correspondiente a febrero de 2025, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

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