Guerrero
En Acapulco “vamos sobreviviendo de la pesca, porque del turismo ya nada”
En esta segunda y última entrega Proceso recoge el pulso de las víctimas de siempre en Guerrero: los pescadores y habitantes de Acapulco y la Costa Chica, quienes enfrentan una crisis tras los huracanes “Otis”, “John” y “Erick”.MARQUELIA, Gro (Proceso).– Por tres años consecutivos la población más pobre de Acapulco y de las costas de Guerrero ha padecido los estragos de los huracanes Otis, John y Erick.
Acostumbrados a vivir con lo más indispensable, su recuperación se ve cada vez más lejana con la predicción de ciclones intensos, el incremento de la actividad ciclónica, el fenómeno de mar de fondo y la falta de turismo.
Despensas, colchonetas y cobijas son los paliativos que el gobierno les ofrece después de cada desastre.
A Fernando Marcial el huracán Otis lo hizo ver las estrellas. Sus fuertes vientos volaron el techo de su vivienda por la noche en la parte alta de la colonia Solidaridad. El arrastre de piedras se llevó su patrimonio, incluido equipo de trabajo forjado durante casi toda su vida como pescador.
El mar, recuerda, mató y desapareció “a más de 50 marineros”, además despedazó lanchas y yates.
Ante los daños, dice que el expresidente Andrés Manuel López Obrador dio la cara por los afectados y “les dio de todo”: despensas, dinero para levantar su vivienda, refrigerador, estufa y les reparó las lanchas.
“Para qué voy a hablar cosas que no, me dieron para componer mi casa, para mantenerme, el que no haya querido y se haya gastado su dinero es su problema”.
Con el huracán John, dice, fue mucha lluvia que no dañó de manera considerable su vivienda.
Un año después de la tormenta tropical Dalila y la amenaza del huracán John, está enfrentando otra prueba de sobrevivencia.
Desde el 15 de junio último la tormenta no le permitió pescar de manera regular. Y la alerta roja del huracán Erick, decretada desde el día 18, de plano le quitó el ingreso diario. Por parte del ayuntamiento los pescadores recibieron cada uno mil 500 pesos para la compra de despensa.
De piel bronceada, manos rudas y cabello crespo, Fernando llegó a las playas del Acapulco tradicional a los ocho años.

Venía de la vagancia, dice, del mercado donde trabajaba de “canastero”. De ahí ganaba su dinero para el recreo de su escuela.
A punto de cumplir los 60 años, tiene una lancha de la cooperativa Unión de Pescadores en General de la Playa Hornitos, que aglutina a unos 60 trabajadores.
Dedicado a su empleo y conocedor del mar dice:
“Donde quiera se puede ganar la vida, también en el mar, no más hay que tenerle su respeto, no miedo, porque cuando se enoja hay que estimarlo, hay que dejarlo que se contente, porque enojado nos ha quebrado lanchas. Ahorita quiero que sepas que es una dulzura, ahorita (la mañana del jueves 19 de junio) te puedes bañar, hasta un niño sin ponerle cuidarlo”.
Cortando una red con un cuchillo, Fernando mira al mar con el fondo nublado, pero apacible, en el ambiente no hay viento. Tiene la esperanza de que se levante la alerta roja y se termine el mar de fondo para regresar a pescar.
Y fe en que, entre la sardina, el barrilete y hasta el pez beta rojo. Cuando los pelícanos se clavan es la señal de que el mar trae de todo, dice.
La Bocana: del esplendor al olvido
Salomón Hernández recuerda cuando la playa La Bocana de Marquelia se llenaba de turistas. “La Bocana era el centro”.
Entre el mar y una laguna, La Bocana era un colorido punto turístico de restaurantes, enramadas con comedores y hamacas, así como cabañas rústicas en medio de palmeras. Ofrecía una visita en kayak a los manglares de la laguna y rincones de la playa.
La playa se ubica a menos de tres horas de Acapulco, sobre la carretera que conduce a Pinotepa Nacional. Al igual que otros siete municipios de la Costa Chica, sufrió los embates del huracán Erick.
Son las once de la mañana del viernes 20 de junio y el panorama es desolador para donde se mire. Las olas se han comido la arena de la playa y llegan hasta el pie de lo que fueron enramadas.
Sólo algunos troncos y pedazos de madera están de pie. Hay restos de hamacas, trastes, cocinas rústicas, envases de refresco, refrigeradores. El piso de arena es lodoso y algo pantanoso porque el mar entró al área de restaurantes.
La madera derribada de las enramadas ahora se usa como leña para cocinar.
Gabriel Hernández, restaurantero, cuenta que el viento tocó a La Bocana a las seis de la mañana del jueves 20.
“Estuvo muy fuerte, no vino por la parte del mar, sino por la parte del este, pero muy fuerte. Las olas empezaron a subir hasta donde está la calle, hubo negocios que quedaron destruidos por el aire y por las olas”.
Desde el miércoles por la tarde empezaron a desalojar con lo más indispensable. Los que tienen familia se fueron con ellos, los que no, se quedaron en casa de conocidos en Marquelia.

Tras el paso de Erick en la playa fueron destruidos 30 negocios en su totalidad, incluidos muebles, refrigeradores y cocinas artesanales.
De acuerdo con los lugareños, los daños por cada palapa son de unos 50 mil pesos con el material de las enramadas y mobiliario.
Unas 200 familias dependen de los servicios turísticos y de la pesca.
Un día después del meteoro, ninguna autoridad había visitado a las familias de La Bocana.
Salomón, restaurantero y pescador de unos 60 años, admite que desde el huracán Otis el turismo ha mermado.
Aquí se trabaja únicamente por temporadas, Navidad, Año Nuevo, Semana Santa y un poco de verano. De ahí pasa el turismo y con esto de los huracanes ha venido a menos. No como antes que se llenaba, se sentía el ambiente de alegría, La Bocana era el centro del turismo, ahora mermó y cuando no hay, entonces a la pesca.
Pero los últimos fenómenos meteorológicos también han afectado la economía del pescador.
“Nosotros somos pescadores, pero no podemos pescar desde el paso de la tormenta Dalila. Así hemos estado todo este mes y el mes pasado, puro mar de fondo y la economía de La Bocana se ha venido muy abajo.
“Vamos sobreviviendo de la pesca, porque del turismo ya nada, fíjese cómo quedó todo y siguen las tormentas, dicen que ya viene otra. Sabrá Dios cómo va a terminar esto y gracias a Dios que estamos vivos".
Hilda Guerrero perdió a su marido, Vicente Luna Ocampo, hace tres años, el 17 de septiembre, cuando entró al mar a revisar un trasmallo para pescar. Era presidente de la cooperativa de pescadores auténticos de la playa La Bocana.
“Le pedimos a la gobernadora Evelyn Salgado y a la presidenta Claudia Sheinbaum que tengan compasión con nosotros los pescadores y palaperos. Ahorita estamos sufriendo y vamos a sufrir más con las tormentas que vienen”.
De entre los pobres, una víctima
En un cuarto en obra negra, techo de lámina y piso de tierra se escuchan los rezos de Rosa Ramírez. Es el velorio de su nieto de un año, Ismael Morales Ramírez.
Es una vivienda ubicada en la parte baja de la colonia Quinta Sección, en la cabecera municipal de San Marcos, en la región Costa Chica.

A unos 100 metros se encuentra la corriente del río “de La Quinta” por el que se puede llegar bajando un barranco.
Ismael fue la única víctima mortal tras el paso del huracán Erick en las costas de Guerrero.
La tarde del 19 de junio, Rosita Morales Ramírez, de 16 años, intentó cruzar el río con su hijo Ismael en brazos, pero la fuerza de la corriente los arrastró. El torrente le arrancó al pequeño de sus brazos.
Rosita fue rescatada metros adelante, pero su niño fue hallado horas después sin vida, río abajo, en una zona de pozas. Fueron el “Moreno” y otro vecino de la colonia quienes lo encontraron.
En un féretro blanco, el menor fue sepultado entre lágrimas y lamentos en un panteón de la comunidad.
En la precaria vivienda familiar de la señora Rosa Ramírez, antes se dedicaban a hornear y vender bolillo, dicen los vecinos. Ahora, sus hijos, hijas y nueras se emplean en trabajos mal pagados.
Un día después de la tragedia, ninguna autoridad había acudido a ver a la familia.
En Guerrero el huracán Erick, categoría 3, causó daños a mil 428 viviendas, tres puentes colapsados y 41 cortes carreteros, principalmente en municipios de la Costa Chica y de la Montaña, cuya población tiene niveles altos de pobreza y marginación.
El viernes 20 de junio, en una entrevista con medios invitados, al concluir una gira por los municipios afectados de Juchitán y San Nicolás, a la gobernadora Evelyn Salgado casi se le olvida mencionar el caso de Ismael.
“Afortunadamente y pues dada la intensidad de este huracán y de los daños que ocasionó no tenemos pues… bueno, tenemos lamentablemente un niño que perdió la vida. Bueno, con su madre intentaron cruzar uno de los ríos”, dijo.
La mandataria agregó: “Sin embargo, en lo que es San Nicolás, Cuajinicuilapa y Ometepec, pese a los daños materiales tan grandes, pues no hay pérdidas humanas qué lamentar”.