Política

David Rieff denuncia el “matrimonio curioso, pero funcional” entre lo woke y el capitalismo

Hijo de Susan Sontag, el ensayista David Rieff desafía en su nuevo libro “Deseo y destino: Lo woke, el ocaso de la cultura y la victoria de lo kitsch” los dogmas del progresismo actual. En entrevista, también analiza el avance global del autoritarismo.
lunes, 24 de noviembre de 2025 · 05:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– El ensayista David Rieff cuestiona en su libro Deseo y destino: Lo woke, el ocaso de la cultura y la victoria de lo kitsch la idea dominante desde finales del siglo XX de que recordar el pasado es siempre moralmente superior al olvido. El hijo de la escritora Susan Sontag y del sociólogo Philip Rieff asegura que “estamos entrando en el comienzo de un mundo mucho menos democrático”. 

Proceso cuestiona al escritor sobre el avance del progresismo, los populismos, la democracia y, sobre todo, la polarización en el mundo político y social. En los últimos años él ha sido uno de los críticos más férreos de las patologías de la política de la identidad, en particular de su comprensión de lo que significa pertenecer a “una cultura o comunidad, su fracaso fundamental para captar el verdadero valor de las artes y su creciente desprecio por la libertad de expresión”.

Lo woke es un término que nació en la comunidad afroamericana de los años treinta para referirse a estar alerta y consciente de las injusticias raciales y el racismo sistémico. Con el tiempo, especialmente a partir de 2010 con movimientos como Black Lives Matter, se amplió para abarcar la sensibilidad hacia cualquier manera de opresión o discriminación: racismo, sexismo, homofobia, transfobia, clasismo, capacitismo, colonialismo... En su versión actual, ser woke implica adoptar una visión progresista que prioriza la justicia social, inclusión, diversidad y equidad, así como cuestionar estructuras de poder tradicionales y rechazar cualquier discurso o actitud considerada ofensiva o privilegiada.

Rieff. "El año que viene vamos a ver varias victorias de la derecha dura". Foto: Especial 

En la era de los museos del Holocausto, los días internacionales del recuerdo, las leyes de memoria democrática y los juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos hace medio siglo, Rieff cuestionó lo que casi nadie quería oír: ¿y si el recuerdo colectivo, lejos de ser una vacuna contra la barbarie, fuera a veces el veneno que la perpetúa?

Rieff no ofrece soluciones fáciles. No hay manifiesto. Sólo una pregunta incómoda que sobrevuela sus libros: ¿cuánta verdad puede soportar una sociedad antes de romperse? 

Así, en los últimos años se ha convertido en el gran disidente de la memoria y del avance del liberalismo.

–¿El progresismo avanza en el mundo?, ¿es la visión de un futuro mejor?

–En México como en Estados Unidos, y al igual que otros países, hay una constante. Los partidos del centro, entre comillas, casi todos, con algunas excepciones, han perdido el control de la narrativa y ahora es la hora de los caudillos. 

–Crece la ola de los populismos...

–Estamos viviendo en un sistema global más autoritario.

–Pero es un hecho que el mundo está polarizado.

–Polarizado de un lado y de otro lado más coherente. Por ejemplo, China, India, Estados Unidos, Argentina y México son todos países más o menos autoritarios, no que no hay elementos democráticos, pero es polarizado. 

–El “Informe sobre la democracia 2024”, del Instituto Variedades de la Democracia V-Dem, indica que México se ubica en una zona gris, con un episodio de autocratización a partir de 2023.

–México me parece un país menos democrático después de estos reportes. Pero lo que digo es que India es un país democrático, China siempre ha estado en un nivel autoritario, Estados Unidos y México están en democracia, pero hay desgraciadamente, y lo lamento, una coherencia autoritaria global. Muchos más o menos caudillos coherentes frente a una izquierda demócrata. 

–¿Y cuál es?

–Los partidos de centro no han logrado comunicar a sus electores el miedo actual del futuro, este gran miedo ante el futuro, estos partidos no han logrado convencer que habían entendido el miedo de los pueblos. 

Por ejemplo –continúa–, si uno mira a los grandes desafíos de nuestra época: el cambio climático, la inteligencia artificial, la destrucción de las clases medias en muchas partes del mundo, la migración descontrolada, la ruptura cultural con el pasado, me parece que las mayorías globales tienen miedo y los populistas y los caudillos dicen que han entendido este miedo y predican que van a cambiarlo. Pero para mí, la solución populista es una estafa.

 

Manifestación de la 4T en el Zócalo de la CDMX. "La solución populista es una estafa". Foto: Octavio Gómez

Rieff hace una pausa para hurgar en su memoria, ejemplifica esa idea con lo que ocurrió con la campaña de la vicepresidenta estadunidense Kamala Harris y la frase “alegría, alegría Kamala”, que se relaciona con la estrategia en los primeros momentos de la contienda donde priorizaba discursos optimistas y alegres. Él asegura que eso es “un insulto al miedo de la gente”. 

–¿Es el engaño de la política?

–La política depende de que los políticos hablen el mismo idioma de los pueblos; y no veo, en este momento, que los partidos del centro sepan hablar el idioma de la época. 

–¿No existe un futuro político?

–Estamos entrando en el comienzo de un mundo mucho menos democrático, los autoritarismos van a tener mucho más poder en el mundo. En términos de América Latina hemos visto una ola de triunfos y vamos a ver el año que viene varias victorias de la derecha dura. Pero hay que recordar que hace 10 años había victorias de la izquierda populista. 

–El fracaso del socialismo y el triunfo del capitalismo...

–La derrota del socialismo y la victoria absoluta global de varias versiones del capitalismo. Incluso, la versión china. Eso ha dejado a la izquierda sin recursos analíticos para la economía. Se sabe que en este momento no hay alternativa. Decir esto, no significa que es un buen sistema. 

“Creo que una parte de la izquierda woke e identitaria decidió apostar por la cultura y la moral. Tienen un buen sentido, pero no tiene cualquier análisis económico serio. No es una propuesta frente a los otros modelos, no es una ideología”. 

–Entonces, ¿a qué se enfrenta la sociedad?

–Lo woke ha logrado cambiar de maneras importantes las ideas culturales. Es una reforma moral, no es una teoría mía, es un hecho. Me parece inteligente, pero no normal que personas idealistas de la izquierda asuman estas ideas. Basta un ejemplo: ¿qué ha logrado el fenómeno del lenguaje inclusivo? 

–¿Lo woke es autoritario?

Es un régimen de censura moral. No ha matado a nadie, pero quieren borrar el pasado, como los militantes de la revolución china y como varios militantes conservadores o populistas. Ernesto Che Guevara habló del hombre nuevo, y lo que el woke ha logrado es moralizar la cultura. La cultura es una posición en nombre de la justicia, la cultura antisistema. Moralizar la cultura es destruirla. Por eso escribí este libro, lo woke es una amenaza existencial a la cultura.

–Pero eso funciona en este momento...

–Por eso refería que es la victoria absoluta global del capitalismo. Los empresarios viven y conviven con lo woke. Hay un mercado, el capitalismo del consumo. 

–¿Una ilusión?

–Es una idea nefasta, pero es una idea. Hemos tenido ejemplos durante la época de la Inquisición donde no había la libertad de oponerse. 

–Me recuerda el fenómeno que se vivió en Estados Unidos en los cuarenta, cuando se quemaban cómics porque los padres de familia decían que eran dañinos para los niños. Al final fue una medida de control.

–El sistema actual woke, por ejemplo, Michel Foucault lo hubiera reconocido como un sistema disciplinario de la moral. Creo que él, que es el gran analista de sistemas disciplinarios, lo hubiera advertido así. Los wokes lo dicen, hay que rechazar varias opiniones como inaceptables. Está el caso del conflicto Israel-Palestina, las ideas jerárquicas de la cultura, la falta de representación de grupos étnicos...

Los discursos de campaña de Kamala Harris, "un insulto al miedo de la gente". Foto: Stephanie Scarbrough / AP

–Pero todo sistema político es una disciplina.

–Pero hay una diferencia; lo woke, al menos, tiene la ambición de una revolución cultural y, en ese sentido, lo han logrado porque hay un rechazo a la cultura de la élite. 

–¿Pero es parte de la democracia?

–Hemos llegado al fin del mundo demo-capitalista. Vamos a entrar en un sistema capitalista autoritario y además en la cultura. La única parte del sistema en la cual esa visión moralista va más o menos a ganar es una versión de la “izquierda”. No veo una contradicción, pese a que hay muchas personas woke que se presentan como revolucionarios o antisistema. Pero de hecho, el capitalismo puede seguir conviviendo confortablemente con lo woke y lo woke puede seguir conviviendo con el capitalismo. Es un matrimonio curioso, pero funcional.

–Los dos venden.

–Finalmente están en un buen estado. Hablar del capitalismo como marxista o el fin capitalismo, para mí esto es una fantasía. No hay razón para justificarlo, empíricamente no hay razón para sostener ese argumento. 

–Llegamos a un momento donde parece que no hay un rumbo claro del futuro.

–Es el fin de un tiempo y el comienzo de otra época. Es un momento de transición, en todos los aspectos de la vida privada, pública, social y moral. Estamos en un momento de transición. Y que eso sea algo mejor o no, es otra discusión.

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