2 de octubre

“Vivimos en un país impune”: Félix Hernández, integrante del Comité 68

La memoria del 2 de octubre, sentenció, no debe reducirse al recuerdo de la masacre: su importancia reside en la capacidad de un pueblo organizado para debatir, exigir y construir un país más justo y equitativo.
viernes, 3 de octubre de 2025 · 20:37

CIUDAD DE MÉXICO (apro) .- En la marcha conmemorativa por los 57 años de la masacre del 2 de octubre, Félix Hernández, integrante del Comité 68, habló con dureza sobre el presente del país: “Vivimos en un país impune, donde la impunidad pasa por todos los niveles. Los poderosos del narco se sienten con libertad de hacer lo que quieran. Los dueños del dinero también porque no ha pasado nada”, afirmó. 

En octubre de 1968, Félix Hernández, estudiante del Politécnico originario de la Huasteca veracruzana, se vio inmerso en los hechos que marcaron al país. Era estudiante de la carrera de Ingeniería en Comunicaciones Electrónicas y ese 2 de octubre estaba en el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua, en Tlatelolco, participando en la logística del mitin.  

En la masacre fue detenido junto con varios compañeros y tras su arresto lo trasladaron a Lecumberri, donde permaneció encarcelado sin juicio hasta junio de 1971.  

En entrevista con Proceso, el activista recordó que el movimiento estudiantil de 1968 no se limitó a la masacre: fue una verdadera escuela de organización, ética política y solidaridad con los sectores perseguidos. No se trataba de una sola demanda, sino de un proceso de aprendizaje colectivo sobre cómo ejercer la política con honestidad y responsabilidad social.  

Ese aprendizaje, sostuvo Hernández, sigue siendo urgente hoy, en un país donde la vida política carece de debate y diálogo. Según él, los jóvenes no tienen espacios para cuestionar planes de estudio, discutir sobre la educación que reciben ni organizarse libremente en las escuelas. 

A casi seis décadas de aquel 68, Hernández no disfrazó su frustración: “Yo identifico en el Gobierno de la ciudad y en el federal a muchos compañeros nuestros que hacen lo mejor de su esfuerzo, pero no alcanza. Se necesita mucho más”.  

De pie, frente al Palacio Nacional, agregó: “Lo que necesitamos es promover el mayor movimiento social, la mayor organización social y política posible, para que la gente se exprese y que entonces se cumpla el anhelo del subcomandante Marcos: que los gobiernos sepan que pueden gobernar, pero tienen que gobernar obedeciendo”. 

Uno de los puntos centrales de su crítica es el deterioro del sistema educativo: “Las escuelas no están formando jóvenes críticos ni creativos. Los auditorios están cerrados con llave, como si fueran un trofeo del director. Eso tiene que cambiar”. 

Hernández dijo que en 1968 se rompió con esa lógica, abriendo espacios que antes estaban reservados para funcionarios y grupos afines al poder, y advierte que, solo recuperando esa capacidad de organización y debate, los jóvenes podrán plantear soluciones efectivas a los problemas educativos y sociales que enfrentan hoy. 

El sobreviviente del 68 habló de los miles de estudiantes que fueron rechazados este año de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) como un reflejo de la insuficiencia del sistema educativo para atender la demanda y garantizar igualdad de oportunidades.  

Para él, esta situación no solo limita el futuro de los jóvenes, sino que también impide que el país forme científicos, pensadores críticos y generadores de conocimiento capaz de traducirse en tecnología y desarrollo.  

La exclusión masiva, según alertó Hernández, evidencia que la educación sigue siendo un servicio público con recursos insuficientes y con prioridades mal orientadas, mientras que los jóvenes enfrentan presiones adicionales para cubrir necesidades básicas como vivienda, salud y empleo digno. 

Pese a los cambios que ha vivido México desde 1968, Hernández consideró que aún falta mucho para alcanzar la justicia social, educación de calidad y derechos efectivos para todos.  

La memoria del 2 de octubre, sentenció, no debe reducirse al recuerdo de la masacre: su importancia reside en la capacidad de un pueblo organizado para debatir, exigir y construir un país más justo y equitativo.  

En su opinión, esa sigue siendo la tarea pendiente de México, y la lección más valiosa que dejó aquel movimiento: transformar la indignación en organización y acción política. 

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