Taller Coreográfico
Bailarines del Taller Coreográfico de la UNAM exigen derechos laborales
Cada año se renueva su contratación bajo la figura de contratos civiles por honorarios, lo que los deja en la indefensión, pese a tener una relación laboral con la UNAM.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Las y los bailarines del Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México (TC UNAM) llevan años trabajando sin acceso a seguridad social, prestaciones y otros derechos laborales, pese a que son son un símbolo de arte y disciplina para la institución.
Ante ello, los integranes del TC UNAM, exigen el fin de su precarización laboral, ya que desde hace varios años trabajan con un contrato por honorarios que les impide contar con seguridad social y prestaciones como primas dominicales, a pesar de que, durante la temporada de danza, cada domingo tienen funciones en la Sala Miguel Covarrubias.
La problemática afecta a 25 bailarines, la mayoría de los cuales tienen más de siete años trabajando para la UNAM y algunos, más de 30, de acuerdo con lo declarado por varios bailarines a Proceso. Recientemente, cuatro bailarines que le dedicaron gran parte de su vida al TC UNAM se retiraron sin recibir ninguna prestación, lo que motivo a sus compañeros a buscar un cambio.
La profesión de bailarín en México es un trabajo precarizado y sumamente demandante, en el que los artistas se preparan en promedio, más de diez años; trabajan directamente con el cuerpo; se exponen a lesiones; y tienen una carrera relativamente corta; todo ello provoca que los centros de trabajo sean renuentes a brindarles las prestaciones que se merecen por ley.
El Taller Coreográfico de la UNAM se fundó en 1970 por la maestra Gloria Contreras y en sus 55 años de historia se ha consolidado como un importante espacio de creación artística que ha contribuido a enriquecer el legado y la oferta cultural de la universidad.
“Gracias a su visión, hoy México cuenta con una compañía universitaria de danza con una trayectoria sólida, que es referente de vanguardia dancística en el país y el extranjero, que ha contribuido a la formación artística de varias generaciones, a la difusión cultural y al prestigio institucional de la UNAM”, expresaron los bailarines quienes enfatizaron su agradecimiento y orgullo por formar parte de dicho espacio.
Sin embargo, pese a que los bailarines del TC UNAM destacaron que cuentan con algunas de las mejores condiciones de trabajo en el país para su profesión, estas no son suficientes para considerarse dignas.
“Esa misma historia de la que nos sentimos profundamente orgullosos es la que hoy nos impulsa a dar el siguiente paso. Así como fuimos pioneros en la consolidación de la danza universitaria en México, queremos ser también pioneros en la transformación de las condiciones laborales de los bailarines profesionales en este país”, dijeron en un manifiesto que hicieron llegar a Proceso.
Antes la Ley Federal del Trabajo no contemplaba a los bailarines. Sin embargo, a partir de febrero del 2024, se reformó el Capítulo XI de la ley vigente titulado “Trabajadores, actores y músicos” y se incluyó por primera vez a “coreógrafos e intérpretes de la danza” entre las personas sujetas a la protección de esta ley en México. Sin embargo, la UNAM aún no reconoce a los bailarines como trabajadores.
Los bailarines del TC UNAM explicaron que cada año se renueva su contratación bajo la figura de contratos civiles por honorarios, lo que los deja en la indefensión, pese a tener una relación laboral con la UNAM. "Nuestras condiciones reales de trabajo demuestran claramente la existencia de una relación laboral subordinada, conforme a los principios establecidos por la Ley Federal del Trabajo”, destacaron.
Cumplen con un horario laboral que incluye ensayos, presentaciones, giras y actividades definidas por la institución. Además, están sujetos a reglamentos internos, lineamientos y directrices; y su trabajo es supervisado por personal de la UNAM, con jerarquías y responsabilidades definidas.
Así mismo, su colaboración es permanente y continua. “Nuestro quehacer responde a una agenda artística institucional y no a contratos por proyecto”, explicaron. Por lo anterior, exigen que la UNAM los reconozca plenamente como trabajadores.
En entrevista con Proceso, bailarines detallaron que sus contratos les otorgan ciertas prestaciones, como vacaciones pagadas, la licencia de maternidad y el acceso a un seguro de gastos médicos, al tiempo que se les niegan otras.
Por ejemplo, solo pueden cotizar en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) mediante aportación voluntaria y la institución no les aporta, lo que dificulta que accedan a una pensión.
Así mismo, la UNAM permite la afiliación de las y los bailarines al Sindicato de Trabajadores de la UNAM, dependencia que ya les ofreció su apoyo. Pero al mismo tiempo, no los reconoce como trabajadores de base, les otorgó credenciales sin número de trabajador y al consultar los registros del Portal de Transparencia Universitaria, no aparecen en el listado de personas que laboran en la Dirección de Danza UNAM, ni es público el sueldo que perciben.
La institución utiliza su imagen como estandarte hacia el exterior. Por ello, los bailarines consideran que el reconocimiento a su trabajo no puede quedarse únicamente en lo simbólico: “debe traducirse también en justicia y dignidad laboral”.
“Nos gustaría que se dignificara nuestra profesión como bailarines, porque pareciera que es un hobby lo que estamos haciendo, cuando realmente le estamos dedicando las horas como cualquier otro trabajador le dedica a su profesión” expresó una bailarina, que por temor a represalias prefirió permanecer en el anonimato.
Al respecto, las y los bailarines explicaron que durante años han tenido miedo de exigir un cambio porque son conscientes de que cuentan con un lugar privilegiado que muchos otros bailarines quisieran ocupar, algo que trabajadores de la UNAM les han insinuado.
Así mismo, compartieron que, al hablar sobre su desacuerdo por la situación laboral, han llegado a recibir comentarios que podrían interpretarse como amenazas veladas: “nos dijeron, pues, tengan cuidado porque si siguen alzando la voz, quizá la UNAM de repente decide, pues, ya no tener una compañía”.
El mismo miedo les ha impedido exigir mejores condiciones como un piso volado que ayude a prevenir lesiones y un fisioterapeuta, con lo que no cuentan.
Pese a ello, los bailarines enfatizaron que están en un tono conciliador, abiertos al diálogo y a encontrar una solución, pero piden, ante todo, que se les escuche. Expresaron que están dispuestos a entender que tienen condiciones laborales diferentes y que podrían acceder a un contrato de trabajadores de la UNAM con condiciones especiales, algo que la universidad tiene con los trabajadores de la Orquesta Filarmónica.
Proceso buscó a la UNAM para conocer la postura respecto a las demandas y ofrecieron dar un comentario en los próximos días sobre las exigencias de las y los bailarines.