Teatro/De este lado

“Por el mar”, cuatro mujeres cuentan su historia

Esta obra está escrita por Anaïs Allais Benbouali, dramaturga, directora y actriz franco-argelina, bajo la dirección de Rebeca Trejo.
domingo, 3 de agosto de 2025 · 08:37

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En una casa, el mar y la lluvia inundan todo. Un refugio; un lugar donde volver a empezar. Tres mujeres coinciden casualmente, o no, siendo una cuarta mujer la que las entrelaza desde otro plano de realidad, desde el fondo del mar donde convive con peces y algas. 

Por el mar es una obra escrita por Anaïs Allais Benbouali, dramaturga, directora y actriz franco-argelina, bajo la dirección de Rebeca Trejo y las actuaciones de Mahalat Sánchez, Teté Espinoza y Astrid Romo. 

Es una historia de mujeres que impulsa a la hermandad y se coloca por encima de los clichés de competencia, rivalidad y envidias. En esta obra ellas son las protagonistas, y las conocemos desde una sensibilidad femenina, donde no son referencia de un otro masculino o dependen de, como suele suceder en la historia de la dramaturgia. Cada una es un universo con sus problemas y su escape que es finalmente esa casa, con goteras y en pésimas condiciones, perteneciente a aquella mujer que murió y cuyas cenizas su hija lanzó al mar, como era su deseo. 

Su hija Huda, interpretada por Astrid Romo, vende la casa después de un par de años. Todavía no ha sanado la herida de su partida y está al límite para cambiar de página y encontrar su lugar en esta vida. Ella se encuentra con Max, que Mahalat Sánchez interpreta con verdad y entereza, ha dejado su trabajo y encuentra este espacio para poder vivir la soledad y encontrarse consigo misma, aunque el distanciamiento con su hija la hace sufrir intensamente. En la casa sólo ha sobrevivido una planta, símbolo de que la?vida sigue, que la esperanza está ahí, a pesar del abandono y la tormenta. 

Assia es el tercer personaje que se refugia en la casa. Ella viene huyendo de Argelia y busca ayuda para dejar de ser migrante y residir en ese país y poder comenzar de nuevo. Luny, la madre, interpretada por Teté Espinoza, es la dueña de la casa, la mujer que le dijo a Assia que fuera ahí cuando lo necesitara; la que habla desde el fondo del mar y nos revela esa sensación de ya no estar ahí, mientras que las otras se encuentran en un punto de inflexión, que si bien al principio permea la desconfianza y el estorbo de unas con otras, las circunstancias las van empatizando hasta poder confluir y acompañarse en sus dolores. 

La directora concibe la realidad doble y compenetra la obra de poesía, de ese elemento onírico que permite estar dentro y fuera del mar; bajo una tormenta resguardadas y en el vacío de una casa. En la realidad real y en el más allá. El diseño escenográfico y de iluminación de Jesús Hernández y el diseño audiovisual de Karla Sánchez y Miriam Romero marcan en definitiva esta experiencia visual y sensorial sumergiéndonos en estos dos planos. 

Al centro, el interior semivacío de la casa, sobre un cuadrado y marco giratorio -que desgraciadamente obstaculiza la visión en varias zonas de espectadores-, rodeados de un mar azul profundo en el piso; brillante, seductor y un ciclorama con proyecciones a partir del azul, del mar, de animales marinos, de ellas mismas, de fragmentos de su cuerpo, de eso que se acerca y se aleja, que se ve y no se ve. 

Las actuaciones son poderosas, cada una con su tesitura, su ímpetu. La madre fría y compasiva a la vez, la argelina con ese tono de extranjera que entorpece la profundización de la emoción, pero que refleja esa impronta de querer ser libre, ese enojo por su situación. Y la hija, a la que le falta su madre pero que no sabe todavía vivir por sí misma y se encuentra en un desolado limbo. Las tres, aunque distintas, se contagian en los momentos de crisis, vividos cada una en tiempos diferentes, pero comparten agudos y gritos y entonaciones de voz. La cuarta mujer, que ha muerto, la encarna Teté Espinoza con esa voz y esa capacidad de transmitirnos la trascendencia del ser, la de flotar, la de querer y ya no estar. 

La obra, que está por concluir temporada en el Teatro Granero, corre con lentitud y en partes se aletarga y detiene, para luego recuperarse y seguir adelante. El universo femenino se impone y la obra comparte ese universo de misterio y evocación. Por el mar nos llena de esperanza, de ese estar juntas y quererse y superar los miedos y ser mujeres con vida propia y un anhelo indiscutible de libertad. 

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