Teatro/De este lado
“Para la libertad: México 68”, nada del movimiento
Los personajes de esta obra no transitan por la organización y sus consecuencias, sino que se les implanta un cartel en el último fragmento de la obra sin que se relacione con la trayectoria de los personajes.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Una obra que pretende tratar el tema del movimiento del 68 y resulta ser una grosería para el mismo movimiento. Suavizando, minimizando y quitando todo lo político que tiene el movimiento: la organización, la conciencia de lucha, la ideología. Sólo una fachada; no se si para jalar gente o en un intento de aprovechar las canciones de Serrat para los jóvenes.
Los personajes no transitan por la organización y sus consecuencias, sino que se les implanta un cartel en el último fragmento de la obra sin que se relacione con la trayectoria de los personajes.
Para la libertad: México 68 trata de estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de la Academia de San Carlos, que organizan una fiesta, que de conciencia social no tienen nada, que se quieren divertir, que ríen, gozan y son felices, aunque no todos pues uno de ellos esconde su preferencia sexual, vive la homofobia y es víctima de la misma.
Son varias líneas temáticas además de ésta. La historia se centra en una familia con una madre autoritaria que sufre la violencia de su esposo; limita, controla a su hija y su hijo es un ratero, rebelde, inconforme que guarda un secreto que le duele pues él mismo tendrá que reconocerse como homosexual. La madre, que soporta a su marido, pareciera que se desquita con su hija, anhelando ascender de clase social y rechazando al joven que la pretende. Estos enamorados se gustan a primera vista y ella se escapa a la escuela de su hermano para ir a la fiesta, verlo y consumar su amor.
El primer objetivo de los estudiantes de artes plásticas es organizar una súper fiesta. Y hacen carteles y preparan todo y cantan y bailan, mientras el hermano desastre está metido en líos de deudas. La madre, que cose ajeno, reprende a su hija y aguanta las infidelidades del esposo. Es un melodrama que excusándose por la época, muestra la homofobia y el racismo emitiendo muchos adjetivos y condenas, sin cuestionarlas. No hay una contraparte, precisamente el pensamiento liberal de los jóvenes de los sesenta. La historia familiar se entrelaza con un final trágico de uno de los estudiantes de San Carlos, asesinado por ser gay. Esa historia, con canciones de Joan Manuel Serrat, podría funcionar, pero es una historia que nada tiene que ver con el movimiento y la represión del movimiento del 68.
Las canciones clásicas, las más conocidas, en ocasiones coinciden y en otras no con la trama de la obra. La musicalización aplana la melodía de la música a un ritmo típico de las canciones de los musicales norteamericanos. Los cantantes de la obra son de primera. Su entonación, ritmo y emoción es de calidad y lo transmiten adecuadamente al público como Brenda Santabalbina, Juan Pablo Ruiz y Samantha Delgado. Las actuaciones son verosímiles y sí contagian el sentimiento. El problema es la intención del autor, Omar Olvera, que también es el director: el desvío de objetivos, el decir que la obra trata de una cosa y trata de otra, que las historias quedan dispersas e inacabadas o con soluciones fáciles y con una mentalidad conservadora.
El espacio escénico es funcional y con una atractiva estética constructivista, ideada por el director junto con Emilio Zurita y Andrés Abad. El director ocupa los espacios hábilmente, haciendo que los actores se muevan en dos niveles, creando recovecos y lugares comunes y haciendo presentes a los músicos. La iluminación es muy oscura y hay momentos que se pierden fácilmente.
En la función a la cual acudí de Para la libertad: México 68 en el Teatro Libanés, había gente inconforme y molesta por el trato que se le dio al movimiento del 68, y con atrevimiento una espectadora se levantó con un cartel con la leyenda: “Esto es un insulto para los jóvenes estudiantes que lucharon y murieron en el movimiento del 68”.