Teatro/De este lado

Las que se quedan

Cuán importante resulta la obra de Ovillo al abordar el tema de la migración desde el punto de vista de las mujeres que se quedan en sus pueblos, esperando y dependiendo de la ausencia de aquellos que se fueron a Estados Unidos a buscar trabajo.
sábado, 14 de junio de 2025 · 08:14

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Cuán importante resulta la obra de Ovillo al abordar el tema de la migración desde el punto de vista de las mujeres que se quedan en sus pueblos, esperando y dependiendo de la ausencia de aquellos que se fueron a Estados Unidos a buscar trabajo. Está en juego el bordado, las redes que se entretejen, el sacar y meter la aguja mientras se espera, mientras se conversa, mientras se imagina lo que podría ser, mientras se trata de resolver problemas, mientras pasa la vida, minuto a minuto, puntada a puntada.

En ovillo se convierte el hilo que se desmenuza para formar una bola y poder dibujar sobre una tela flores, casas, animales, hojas y letras. Las mujeres de un pueblo de Oaxaca esperan, o renuncian a esperar. Sus esposos, hermanos, su amor y sus hijos se han ido y tratan de continuar con su vida, aunque ese hilo invisible sea el que sostiene sus vidas. Esa llamada por teléfono que vocean desde la tienda para volver a oír la voz del que se fue.

Ovillo es una obra de teatro escrita por Sonia Gregorio, quien también actúa, y dirigida por Mariana Gándara. Participan también las actrices Mayra Sérbulo, Liliana Alberto y Xóchitl Franco, a las que las une Oaxaca, su lugar de origen. Las historias tienen como punta de partida la experiencia misma de la autora, y se completa con historias que ella conoció, le contaron o vivió de cerca en su pueblo. Se inspira fundamentalmente en el colectivo Las hormigas bordadoras de San Francisco Tanivet, Oaxaca, que bordan con la técnica del hilo y la inserción de retazos de tela para armar figuras; se mantienen como colectivo con una perspectiva política de resistencia y vitalidad. Porque Ovillo, aun cuando cuentan historias muy tristes, no deja su tono esperanzador, fincado en la hermandad, en el lado sensible del ser, en lo entrañable y en el acompañamiento entre mujeres.

Pocos son los elementos visibles en el escenario: un maravilloso bordado al fondo y cuatro sillas diferentes asociadas a las cuatro mujeres que están ahí; una hermana que nunca conoció a su hermano pero el que creó un hueco profundo en la madre que no suelta su recuerdo y espera noticias diariamente de él; una esposa que esperó la llamada de  su esposo durante años y mucho tiempo después decidió soltar ese hilo que la ataba a él y que precisamente coincide con el cumpleaños de los 15 de su hija que nada quiere saber de su padre, pero él cual le ofrece una fiesta y un vestido de fiesta; esa jovencita que tiene un amor que se fue al otro lado y se entera que no lo logró.

La obra incluye al espectador como principal oyente, y la directora coloca sillas alrededor del escenario para que participen, con su presencia, en lo que está aconteciendo. Las mujeres nos narran lo que están viviendo, lo que están sintiendo y las dudas que les aprieta el corazón. Se dirigen a nosotros y también presenciamos fragmentos de vida a través de diálogos entre madre e hija, cartas inconclusas, deseos entrecortados, y ese constante bordar mientras cada mujer nos habla a nosotros, los que estamos escuchando y viendo lo que sucede en el escenario.

El trabajo de las actrices es sincero, y nos transmiten cada emoción que experimentan; corren o permanecen quietas desde la profundidad del personaje que encarnan. El escenario se amplifica en las cuatro esquinas que se forman en el Teatro el Granero del Centro Cultural del Bosque, donde se presenta la obra. Y desde esos nichos vamos uniendo los retazos de la vida de los personajes.

Al final, para luchar contra esa nostalgia y desasosiego de un pueblo solitario con mujeres en espera, irrumpe la Banda Mixanteña de Santa Cecilia de Oaxaca, Guerrero y Ciudad de México, con trajes tradicionales y su espíritu festivo, para brindar por la vida, con mezcal en jicaritas pequeñas que reparten al inicio de la función.

Ovillo festeja la vida, aunque la ausencia y la muerte nos ronde de cerca.

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