Teatro/De este lado

“Todas las noches de un día”: En el teatro, todo es todo el tiempo

Todas las noches de un día se presentó el año pasado, y ahora, en su segunda temporada, está en el Foro Shakespeare. Una historia intrincada, trágica, amorosa y de suspenso.
viernes, 2 de mayo de 2025 · 18:06

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros). 

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En un invernadero a media luz los tiempos confluyen: el presente y el pasado, los fantasmas y el interrogatorio, la ausencia y la presencia que todo lo invade. Así como dijo John Berguer: Todo es todo el tiempo. 

La memoria en el teatro no es pasado, es un juego entre distintos planos de realidad que se convierten en presente, en el que algunos los nombran fantasmas, recuerdos o un pasado que irrumpe en el escenario. 

En Todas las noches de un día, de Alberto Conejero, autor español, y Mauricio García Lozano, director y coproductor, una mujer y un hombre se encuentran y desencuentran; él, el jardinero encargado, cuida las plantas, sabe cómo hacerlo pues su padre le ha enseñado; trasplanta y poda cualquier tipo de flores, de la misma manera que atiende entregado los vaivenes de ella, la joven dueña de la casa, que se atormenta y también disfruta de ese espacio; ese escondite donde poder respirar y deshojarse lentamente frente a la protección y amor del jardinero. 

Todas las noches de un día corresponde exactamente a la intención del autor de volver presente la complejidad de la vida, porque al mismo tiempo que ellos van y vienen, él declara a la policía que lo interroga, pues el cuerpo de la mujer ha desaparecido. Él es sincero y responde inocentemente y con honestidad; ella deambula en su cabeza, en el escenario, responde a sus preguntas o lo cuestiona; dialoga como lo hacía cuando estaba ella ahí, yendo a buscarlo, a fumar un cigarrillo o poner su música predilecta en un tocadiscos viejo. Cuántas noches convivieron ellos; mientras él esperaba su llegada o trabajaba atento y meticuloso en las flores que vivían en el jardín. 

Samantha Coronel y Mauricio Pimentel son los que encarnan y se mimetizan con sus personajes. Impera la naturalidad, la expresión sencilla y clara, y muestra también personajes complejos con contradicciones y ambivalencias que poco a poco vamos descubriendo. Desde una sorprendente espontaneidad, los actores construyen personajes complicados, y el autor nos va acercando a ellos desde el suspenso, las dudas, el ímpetu, el amor y desamor. Es un thriller romántico y trágico a la vez. 

Ella parece alegre, entusiasta y, conforme van pasando las noches en ese mismo día, en ese invernadero secreto, la vemos cómo va cayendo, decepcionándose, y entendemos, aunque sea un poco, ese instinto de autodestrucción, de amar a los que se van o ni siquiera amarlos, simplemente resignarse frente a lo que ve venir. 

El abandono es el sello de su historia; el de su padre, el de su tío y sus amantes, para blindar su corazón y entregarse a cualquier hombre sin que le toquen un pétalo. Ella está destruida y va arrastrando a ese jardinero, enamorado, paternal, empleado, cómplice y a momentos desesperado, que se mantiene en un invernadero como punto de referencia, el lugar seguro donde llegar, irse, regresar y quedarse para siempre. 

Los actores viven a sus personajes desde esta multiplicidad de emociones y se ven llevados en la emoción que, desde lados muy distintos, ambos están impregnados. El director, Mauricio García Lozano, los deja ser, y con su mano invisible los sigue en ese espacio, diseñado e iluminado por Ingrid SAC, acotado por un magnífico ventanal al fondo, con marcos de madera desvencijados y vidrios opacos para ver sombras, apariciones y desapariciones, y para mantener en el invernadero una atmósfera poética, dada la escritura literaria y también llana del autor. 

Todas las noches de un día se presentó el año pasado, y ahora, en su segunda temporada, está en el Foro Shakespeare. Una historia intrincada, trágica, amorosa y de suspenso. Obra que conserva la esencia del teatro al poner en juego un presente perpetuo, como es el que en realidad vivimos, aunque la lógica y la evidencia nos diga que hay que conjugar el tiempo en pasado, presente y futuro. 

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