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Cine/Aún no: La pesadilla de Peter Pan

Liberada de los derechos de autor, del original de J. M. Barrie (1904), y de la animación que realizaron los estudios Disney en 1953, la historia de Peter Pan, el niño que nunca creció, se convierte literalmente en una pesadilla.
viernes, 21 de marzo de 2025 · 13:43

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Un crítico sueco (Pide Anderson) comenta atinadamente que Peter Pan, pesadilla en el País de Nunca Jamás (Peter Pan’s Neverland Nightmare; Estados Unidos, 2024) es un película casi buena; la verdad es que una fantasía tan retorcida y grotesca como la del británico Scott Chambers, junto con su grupo de cine independiente de muy bajo presupuesto, responsables del proyecto TCU (Twisted Childhood Universe: Universo retorcido de la infancia), que se regodea en pervertir un clásico infantil, no aspira a ser calificada como buena, y el casi proviene de la fascinación de la mezcla de temas.

Resulta que Peter Pan (Martin Porlock) es un payaso de circo que secuestra niños, o adolescentes, para llevarlos a Neverland, el país de unca jamás, y que masacra a quien se le cruce en el camino; quince años más tarde Peter irrumpe en la familia de los Darling: Michael celebra su cumpleaños, mientras Wendy (Megan Placito), su hermana mayor, va por él a la escuela, Peter lo rapta y lo lleva a Neverland, una casa dilapidada en medio del bosque, prototipo de la guarida en las historias de psicópatas. Ahí Michael se encuentra con Campanita (Tinker Bell), actuada por el transexual -en la vida real- Christopher Green, uno de los chicos secuestrados por Peter.

Liberada de los derechos de autor, del original de J. M. Barrie (1904), y de la animación que realizaron los estudios Disney en 1953, la historia de Peter Pan, el niño que nunca creció, se convierte literalmente en una pesadilla, una especie de venganza contra las ilusiones del universo infantil del grupo TCU que anteriormente realizó las dos partes de Winnie The Pooh: sangre y miel.

Más allá del oportunismo del grupo que encabeza el británico Rhys Frake-Waterfield, cuyo proyecto ha recibido las peores críticas sin que esto impida un éxito de taquilla y un camino directo al cine de culto, este tratamiento de Peter Pan sugiere el deterioro cultural de un ícono de la infancia, en principio refugio y evasión; un ícono ya de por sí desprestigiado a nivel popular con eso del complejo de Peter Pan que describe al seductor de mujeres que nunca se compromete. En lo que acabó Peter Pan. Entre maniobra comercial y necesidad de trastocar lugares comunes de buenos contra malos, de convertir en héroe al capitán Garfio -como ocurre aquí-, o en heroínas a brujas como la de la Bella Durmiente o la del Mago de Oz, ya no hay cuento que se salve.

Seguro que Scott Chambers, guionista y director, junto con su equipo de producción, se habrán divertido revolcando figuras ejemplares, como el hacer de Campanita, Tinker Bell, un transexual adicto a la heroína, al que le hacen creer que lo que se inyecta es un polvo mágico (pixie dust); en Inglaterra, “fairy” (hada), es una término peyorativo de gay afeminado. Chambers, abiertamente gay, se atreve sin escrúpulo a manipular dobles sentidos, su cinta juega rudo con los temas, siempre de manera implícita, sobre todo en relación a perversiones oscuras, como la pedofilia de Peter, o la madre que literalmente lo castró de niño, o mutilaciones al por mayor como la de Garfio, cicatrices horripilantes; todo dentro de un constante juego de máscaras y de travestismos.

El principal reproche que le hacen a la cinta es la falta de humor. Pero este Peter Pan no es una parodia, sino una pesadilla que no escatima violencia, como la masacre de 16 chicos que comete Peter; este payaso que representa el miedo infantil lleva al extremo la imagen del Guasón que creó Heath Ledger. “Peter Pan, la pesadilla”, que prefigura un género nuevo, el del horror de los clásicos infantiles, no resulta atractiva ni para los amantes de la parodia, ni para los fans del slash cinema.

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