Los colores, las guías de la justicia y los acordeones de los grupos dieron un fuerte golpe a la ya frágil credibilidad en el proceso electoral. Se desvaneció la idea de que acudir a las urnas sería para elegir a los perfiles más apegados a la legalidad en este país.

Tan pronto una ministra o ministro entre a su oficina, grande o menos grande, orientada a una calle o a otra, tendrá frente así dos temas urgentes: los asuntos pendientes de resolución y el personal que trabaja en su ponencia.

Elegir a quienes interpretarán la Constitución, a quienes decidirán si una norma se ajusta al derecho o lo violenta, si un acto de poder es legítimo o un abuso. No se elige poder, se elige el límite del poder.

La historia de colusión entre personajes de la política, en este caso de gobernadores, y del mundo del narcotráfico en México es larga y abultada.

Cambiar de nombre al mismo mecanismo no disfraza su esencia: vigilancia preventiva. La ambición de control se viste de seguridad, pero termina desnuda cuando se han filtrado bases de datos o se persigue al disidente.