Jorge Bravo
En busca de Torres Bodet digital
La educación no sólo debía instruir, también cultivar valores, fomentar la crítica y formar ciudadanos capaces de participar activamente en la construcción de una sociedad más justa.No quiero que concluya 2024 sin recordar que hace cinco décadas, el 13 de mayo de 1974, México perdió a uno de sus más ilustres pensadores y servidores públicos: Jaime Torres Bodet. Fue diplomático y poeta, arquitecto del sistema educativo mexicano moderno, quien dedicó su vida a la creación de un país con acceso universal al conocimiento. Como secretario de Educación Pública (SEP) en dos ocasiones y su labor como director general de la UNESCO, promovió una visión integral de la educación como piedra angular del desarrollo social.
Le correspondió resolver el problema de la “educación socialista” que dejó Lázaro Cárdenas (cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia) y legar un nuevo artículo tercero de la Constitución con el criterio de lo que debe ser la educación: “ajena a cualquier doctrina religiosa, basada en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. Cincuenta años después de su partida, ¿cómo reinterpretar su legado en un mundo dominado por la tecnología digital?
Torres Bodet fue un visionario que entendió la educación como un derecho humano inalienable. Durante su gestión en la SEP lanzó la campaña nacional de alfabetización, extendió la cobertura educativa e impulsó la creación de los libros de texto gratuitos, su iniciativa más progresista. Con estas acciones buscaba democratizar el conocimiento y cerrar las brechas sociales que impedían el desarrollo.
Su misión no se limitó al acceso. Creía firmemente en la formación integral de los ciudadanos. La educación no sólo debía instruir, también cultivar valores, fomentar la crítica y formar ciudadanos capaces de participar activamente en la construcción de una sociedad más justa.
En un siglo XXI transformado por la tecnología, resulta imperativo rescatar su espíritu y actualizarlo a las exigencias del presente y el futuro. La pandemia aceleró esta transformación y obligó a las instituciones educativas a adaptarse rápidamente a entornos virtuales, pero ocurrió de forma traumática para los estudiantes y sin anestesia. Esta transición no debe ser una respuesta temporal a una crisis, sino una oportunidad para repensar cómo estructurar la educación en el futuro.
Ahora las tecnologías digitales permean todos los aspectos de la vida y la educación enfrenta desafíos y cuestionamientos inéditos. Las aulas ya no son el único espacio donde se aprende, ni los libros de texto los únicos recursos de conocimiento. Pensar en un “Torres Bodet digital” implica renovar el pacto educativo y colocar la tecnología al servicio de la igualdad, el bienestar y la calidad educativa.
Las bibliotecas, como las conoció e impulsó Torres Bodet, eran templos del saber. El reto es mantenerlas relevantes en una era donde el conocimiento está al alcance de la mano con los smartphones e internet.
Sin desprenderse de los acervos que existen para quienes deseen disfrutar de la experiencia impresa y para revertir el síndrome del ojo seco ocasionado por la luz azul-violeta de las pantallas, pueden transformarse en centros de acceso digital, donde los estudiantes se conecten a plataformas educativas, explorar bibliotecas virtuales globales, bases de datos, cursos en línea y materiales digitales premium, ahora que son tan afectos a los tutoriales, videos y podcast. Estas bibliotecas pueden convertirse en nodos de inclusión digital y aprendizaje dinámico, especialmente en comunidades marginadas donde el acceso a libros impresos y a internet sigue siendo limitado.
Los libros de texto gratuitos son el legado más icónico de Torres Bodet. En la era digital, es hora de reimaginarlos. Ahora los libros digitales son recursos interactivos, accesibles y adaptativos, para que los estudiantes aprendan a su propio ritmo y estilo e incluso puedan confrontar el contenido oficial. Además, pueden integrarse con herramientas de inteligencia artificial que personalicen el aprendizaje y brinden retroalimentación inmediata a estudiantes y docentes.
Torres Bodet entendió que la educación es tan buena como sus maestros. La capacitación permanente y la profesionalización docente pasan por el dominio de herramientas tecnológicas. Los maestros necesitan ser formados en el uso de plataformas digitales y en pedagogías innovadoras que aprovechen estas herramientas para fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la colaboración. Un "Torres Bodet digital" defendería la inversión masiva en capacitación docente como prioridad nacional.
Así como Torres Bodet vinculó la educación con la cultura, hay que apostar por una educación que forme ciudadanos digitales responsables: enseñar habilidades como la alfabetización mediática, la ciberseguridad y el manejo ético de la información. Ante la saturación de desinformación, la educación debe ser un antídoto contra el caos informativo y un faro de valores democráticos y humanistas.
El legado de Torres Bodet recuerda que la educación no es un proyecto de corto plazo ni un asunto gubernamental, pero sí de Estado. Es un esfuerzo que requiere la participación de todos los sectores de la sociedad. En el siglo XXI, el reimpulso debe estar orientado por integrar tecnología, inclusión y calidad.
Imaginemos un México donde cada infante, sin importar su origen, tenga acceso a plataformas educativas digitales de alta calidad. Donde las comunidades rurales estén conectadas a redes globales de conocimiento, y cada maestro sea un líder en la integración de la tecnología en el aula. Visualicemos bibliotecas transformadas en centros de innovación y cultura digital, y libros de texto que enseñen contenidos, pero también nuevas habilidades intelectuales para la vida.
Al igual que Torres Bodet predicó un evangelio educativo basado en la justicia y la universalidad, necesitamos un nuevo apostolado que lleve el mensaje de la inclusión digital a cada rincón del país. Este nuevo evangelio debe proclamar que la tecnología no es un fin en sí mismo, sino una herramienta indispensable para construir una sociedad más equitativa y desarrollada. Se necesita retomar el espíritu de Torres Bodet, su fe en la educación como motor del progreso humano y su incansable trabajo por construir un México más justo y culto.
En el 50 aniversario de su muerte, Jaime Torres Bodet es una fuente de inspiración para enfrentar los desafíos educativos del siglo XXI. Para él, la educación fue el mayor acto de fe en el futuro de la nación. Tomemos su estandarte, llevémoslo al mundo digital y demostremos que la tecnología puede ser una aliada poderosa para alcanzar los ideales de justicia, igualdad y cultura que él defendió.
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