Pipa de gas
Testimonio en la "zona cero": Así vivió Francisco y su familia el horror de la explosión de pipa
Francisco pidió su alta médica voluntaria para ir a ver a su esposa embarazada y a su hijo, ambos en terapia intensiva por las quemaduras que sufrieron en el estallido de la pipa en Iztapalapa.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Francisco Uriel Rosas viajaba con su esposa embarazada, su pequeño hijo y su sobrino hacia Los Reyes, en el Estado de México, cuando los sorprendieron las llamas y después, el horror.
“Íbamos saliendo de la escuela de mi sobrino, pasé a recogerlo. Íbamos camino a comprar cuetes en un pueblo de Los Reyes. Íbamos pasando por ahí y justamente cuando se vio la onda de gas, yo pensé que era polvo, empecé a subir los vidrios. Cuando se dio el estallido de la bomba, estábamos a una distancia como unos 40 metros, y con la inflamación y el impacto, mi esposa no contuvo el impulso, quiso proteger a mi hijo y se salió del coche”, recuerda.
Sentado en la caja de una camioneta estacionada afuera de la entrada de Urgencias del Instituto Nacional de Rehabilitación “Luis Guillermo Ibarra Ibarra” (INRLGII), este comerciante de 30 años apenas recuerda el dolor de las quemaduras de primer y segundo grado que sufrió en los brazos, el cuello y las orejas por la explosión de la pipa de gas LP ocurrida ayer debajo del Puente de La Concordia, en la alcaldía Iztapalapa.

Aún con parte del cabello y la barba con marcas del fuego rememora a Proceso aquellos segundos entre las llamas provocadas por los casi 50 mil litros de combustible:
“Me quedé adentro del carro para contener un poco la inflamación que se dio, pero el detalle es que mi esposa, con la misma presión, se tuvo que bajar del carro. Ella se bajó cuando fue el mismo impacto de la flama y fue la que recibió el impacto, quedó más quemada, prácticamente, dicen aquí, el 30% de su cuerpo quemado, pero sí son quemaduras más graves. Mi hijo también está grave, están en terapia intensiva los dos”.
De lo poco que recuerda, después del accidente, es que fue llevado a un hospital “que estaba por el centro”, donde le hicieron curaciones, le vendaron la mano izquierda y le dieron instrucciones de cuidado.
Sin embargo, eso no le preocupaba. Lo único que estaba en su pensamiento es que no sabía a dónde se llevaron a su esposa Yanet Guadalupe Guerrero López, de 22 años y con cinco meses de embarazo, a su hijo de un año y medio Uriel Antonio Rosas Guerrero y a su sobrino Mateo Jiménez Rosas.
“Yo pedí mi alta voluntaria porque no tenía razón de mi familia, incluso mis familiares no los encontraban, hasta que hubo una entrevista en la televisión que le hicieron a mi abuelita y ya hubo una respuesta más clara de dónde estaban. Insistí en que me dieran el alta para venir a verlos porque no tenía ninguna noticia de ellos y la verdad, a como yo los dejé, sí los vi muy graves y las quemaduras que yo tengo son mucho muy menores a comparación de las de ellos”, narra sin pausas.
Antes de ser llevados al INR, Yanet y su bebé estuvieron en la Clínica Hospital Emiliano Zapata; mientras que Mateo fue llevado a un hospital particular, de acuerdo con la lista oficial de lesionados difundida por el gobierno de la CDMX. En esa lista Francisco no aparece como lesionado.
Un aliento
Al INR llegó ayer por la noche, pero no ha podido entrar a ver a sus familiares para evitar infecciones en él o en sus familiares, debido a la gravedad de sus lesiones.
“Mi esposa está en operación, le están quitado la piel muerta de su rostro. Mi hijo tiene una sonda en la ingle, lo tienen con suero y medicamento. Puede ser que hayan respirado el fuego y les haya lastimado la garganta. Los medicaron de más para no tener más dolor”, explica.
De hecho, dice que los doctores le comentaron de la posibilidad de que Yanet pueda tener contracciones y hasta que su bebé puede nacer, aunque tiene cinco meses de gestación.
Sin embargo, no pierde a esperanza: “La persona del Instituto que me atendió me dio buenas referencias, me dio aliento porque me dijo que hay personas que han llegado a este lugar con más partes de su cuerpo quemado. Estamos con la esperanza de que puedan salir bien”.
Francisco aclara que no solía pasar por el puente de La Concordia porque trabaja en Iztapalapa: “Soy comerciante, yo vendo en el tianguis, nomás transporto las cosas para el tianguis, para eso ocupo el carro que traía”.
Era una camioneta, pero no sabe nada de ella. “Yo la dejé abandonada, a mí no me importó. Yo lo que quiero es aquí poder ver a mi familia, es lo que me interesa”.
Está inquieto y, aunque lo niega, siente molestia en la piel, se le ve un poco roja. En uno de sus tatuajes del brazo izquierdo tiene una ampolla. Por eso, acepta la ayuda de un joven que se acerca y le pide que lo deje hacerle curaciones.
Delgado, de lentes y sin querer dar más datos, el joven compró gasas, guantes, pomada, agua oxigenada. Con paciencia, -todo parece indicar que de médico-, guía al hermano de Francisco para que le haga las curaciones.
De Hidalgo hasta el INR
A unos pasos de la camioneta donde está Francisco, sentada en el piso está Abigail Guerrero López, hermana de Yanet. La acompañan otra de sus hermanas y su abuela.
Alrededor de las seis de la tarde del miércoles 10, su madre les llamó hasta Dolores, Hidalgo, de donde son originarias, para darles la terrible noticia: que su hermana y su sobrino bebé estaban entre las docenas de heridos por la explosión de la pipa que tenía espacio en todos los noticieros.
“Supimos que mi hermana estaba grave con su bebé y nos vinimos para acá, llegamos en la madrugada. No sabemos muy bien cómo esté, solo que está muy grave y su bebé también”, dice con voz baja, mientras aprieta los labios y contiene las lágrimas.
Comenta que Yanet se casó con Francisco hace unos cuatro años y se fue a vivir con él a la Ciudad de México. “Se casaron bien y se vino para acá, aquí ella se dedica a cuidar a su bebé”, agrega.
De la atención en el INR, dice: “No nos han pedido medicamentos ni nada. La están atendiendo bien. Dicen que este hospital sí tiene su área para quemaduras, esperemos que todo salga bien. Primeramente Dios”.