Ecuador
Daniel Noboa: un triunfo de la derecha trumpista que gana influencia en América Latina
Hay una ultraderecha latinoamericana emergente que admira a Trump, que busca ser asociada con él con fines políticos y electorales; los une una marcada tendencia al autoritarismo, aseguran analistas políticos respecto al triunfo de Noboa.BOGOTÁ (Proceso).- El multimillonario empresario Daniel Noboa, quien según los resultados oficiales logró reelegirse como presidente de Ecuador en los comicios del pasado domingo 13 de abril, evidencia el avance de una derecha latinoamericana “envalentonada” con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la cual, al alero del mandatario estadunidense, busca extender su influencia en la región.
Analistas políticos consultados por Proceso señalan que los exponentes de esa corriente neoconservadora y extremista tienen en común una “admiración” por Trump y una “sumisión vergonzante” ante el mandatario republicano, a quien le aplauden hasta los aranceles que impone a sus países y el trato inhumano que da a sus migrantes.
Además, “los une una marcada tendencia al autoritarismo y una ideología que conjuga el libre mercado sin restricciones y sin Estado regulador, y el uso de la fuerza extrema sin límites éticos ni legales, para combatir la delincuencia”, dice la maestra en Estudios Latinoamericanos María Zuluaga.

Asegura que Noboa “representa todo eso y más, como se comprobó en la reciente campaña electoral” en Ecuador, donde el reelecto mandatario infringió tantas normas, que hasta las misiones de observadores de la Unión Europea (UE) y la Organización de Estados Americanos (OEA) señalaron que la campaña electoral fue “desigual” e “inequitativa” en favor de él.
Noboa, quien compitió por su reelección como presidente ante la candidata izquierdista Luisa González, se negó a pedir licencia al cargo para hacer campaña; destituyó a la vicepresidenta Verónica Abad sin tener facultades para ello, pues es una funcionaria electa por el voto popular, y usó millones de dólares en recursos públicos con fines electorales.
Zuluaga indica que durante la campaña Noboa —heredero del imperio agroindustrial bananero de la familia más rica de Ecuador— buscó ser identificado por los votantes ecuatorianos como un cercano aliado de Trump.
Durante la primera vuelta electoral de febrero anterior promocionó de manera insistente su asistencia a la toma de posesión del presidente republicano —que ocurrió en enero pasado—, y en plena campaña para la segunda vuelta visitó a Trump en su residencia de Mar-a-Lago, en la Florida, para tomarse una foto con él.
El doctor en Ciencias Sociales Daniel Pontón señala que esa fotografía tuvo el propósito de reforzar la narrativa favorita de Noboa: que su gobierno libra una guerra contra el narcoterrorismo con una estrategia militarista y de mano dura y que para ello es necesaria la cooperación de Estados Unidos, lo cual sólo él puede garantizar porque es amigo de Trump.
“Fue a eso, a hacer un acto de campaña en el que quiso demostrar a los ecuatorianos su cercanía con Trump”, señala el académico.
Incluso Noboa le ha pedido a Trump tropas para ayudarlo a combatir a las bandas ecuatorianas del narcotráfico, le “ruega” que declare a esos grupos como “organizaciones terroristas”, con todo lo que una decisión de ese calibre puede implicar para la soberanía ecuatoriana, y dice que impulsará las reformas legales necesarias para que Estados Unidos pueda volver a tener una base militar en la ciudad costera de Manta.
“El mensaje que quiere transmitir a los ecuatorianos es que sólo siendo sumisos con Estados Unidos esta potencia puede ayudar al país a superar el problema tan agudo de inseguridad que enfrenta desde hace tres años. Y que él lo puede lograr por su relación privilegiada con Trump y porque, finalmente, él también es estadunidense (Noboa nació y se formó en Estados Unidos)”, dice María Zuluaga.
Fernando Carrión, doctor en Ciencias Sociales, considera que ese mensaje ha calado entre la población ecuatoriana porque la gente lo que quiere es paz y no le importa de dónde vienen los recursos o la ayuda para atacar ese problema.
Ecuador se mantuvo en 2024 como el país más violento del continente, con una tasa de 38 asesinatos por cada 100 mil habitantes, que es 50% más alta de que se registró en México.
Y este 2025 la violencia registró un nuevo repunte que llevó los homicidios a cifras históricas. En los dos primeros meses del año ocurrieron mil 517 asesinatos, 71.5% más que en el mismo periodo de 2024, y la tasa llegó a 50 por cada 100 mil habitantes.
Fenómeno regional
De acuerdo con María Zuluaga, Trump no sólo es un referente para Noboa sino para varios políticos latinoamericanos.
“Hay una ultraderecha latinoamericana emergente que lo admira, que está envalentonada con su llegada a la Casa Blanca y que busca ser asociada con él con fines políticos y electorales”, asegura.
Y menciona como ejemplos a los presidentes de El Salvador, Nayib Bukele, quien recibe en las cárceles de su país a cientos de indocumentados expulsados por Estados Unidos con el genérico señalamiento de que son “delincuentes”, sin prueba alguna, y al argentino, Javier Milei, quien se ufana de ser el mandatario favorito del ultraconservador republicano.

Otros políticos latinoamericanos con aspiraciones presidenciales también buscan ser identificados con Trump, como el chileno José Antonio Kast, fundador del “Partido Republicano” en su país; el exmandatario brasileño Jair Bolsonaro y su hijo Eduardo, considerado su sucesor político, y la senadora colombiana María Fernanda Cabal.
Esta política de extrema derecha asistió en enero pasado a la toma de posesión de Trump y desde Washington tuiteó: “América volverá a ser libre, Colombia retomará el rumbo”.
Y es que, como indica la frase del escritor irlandés del siglo XIX Charles Caleb Colton, “la imitación es la forma más sincera de adulación”.
Desde luego, cuando las oligarquías bananeras de la región tratan de imitar a sus referentes ideológicos de otras latitudes suelen ser burdas.
En febrero pasado, por ejemplo, Noboa decidió imponer un arancel del 27% a los productos mexicanos importados por su país, lo que fue calificado por diversos sectores ecuatorianos como una medida “ridícula”, por su irrelevancia.
Las exportaciones de México a Ecuador apenas representan el 0.079% del total.
Mano dura a lo Trump
Franklin Ramírez, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Ecuador, señala que el uso de la imagen de Trump por parte de Noboa es parte de un proyecto político-ideológico que encuentra receptividad en una parte de la sociedad ecuatoriana.
Según el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Ecuador —señalado por observadores internacionales de haberse cruzado de brazos frente a las irregularidades cometidas por Noboa durante la campaña—, Noboa obtuvo el 55.6% de los votos, mientras que la abanderada izquierdista, Luisa González, candidata del expresidente Rafael Correa, el 44.3%.
Ramírez señala que hay “una derechización creciente en la sociedad ecuatoriana, incluso una fascistización”, que no tiene que ver con la ideología sino con “los miedos” que las élites empresariales y los medios tradicionales han logrado instalar: el miedo al correísmo y el miedo a la inseguridad.
Entonces, “por más esfuerzo que hagan las izquierdas progresistas éstas se topan con una barrera que les impide asentar entre la mayoría de los votantes una narrativa de justicia social”, señala el académico.
Y dice que lo que ganó fue “el anticorreísmo, o esa caricatura que se han construido los medios tradicionales y las redes sociales (en las que Noboa invirtió millones de dólares) de que Correa es el coco”.
Pero señala que al anticorreísmo hay que sumar la adhesión que suscita el proyecto de Noboa, que es el de “una derecha radicalizada, que a su agenda tradicional de liberalización económica, de Estado mínimo y de privatizaciones, sumó una nueva capa ideológica: la de la guerra militarizada contra el ‘narcoterrorismo’”.

Ése, dice Ramírez, es un “miedo” que Noboa logró sumar al “miedo” al anticorreísmo.
“Y éste es el discurso que Noboa jugó con mucha fuerza en esta elección, el discurso de la guerra, de la violencia sin límites, del uso de mercenarios para atacar al crimen, de la cercanía con Trump, de la ayuda de Estados Unidos para expandir la oferta bélica como la gran promesa de los últimos años”, plantea el doctor en Sociología Política de la Universidad de París VIII.
Para Ramírez, Noboa, al igual que Trump, jugó con los miedos.
El republicano explotó en su campaña el miedo de la sociedad estadunidense a la inflación, a los inmigrantes, al vertiginoso ascenso de China y a los supuestos abusos de sus socios comerciales y geopolíticos, y por eso los votantes eligieron “un hombre fuerte para tiempos inciertos”, a pesar de que este líder es un convicto condenado por 34 delitos graves.
Y en el caso de Noboa, su discurso belicista, de mano dura, de violencia estatal que pasa por alto derechos fundamentales, bastó para que los electorales pasaran por alto el cúmulo de irregularidades y violación de normas observadas durante la campaña, señala Ramírez.