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Trump, el candidato de "Estados Unidos primero", tiene una nueva inquietud: el imperialismo

Hablar de socavar las fronteras soberanas y utilizar la fuerza militar contra aliados y miembros de la OTAN, aunque se diga a la ligera, supone una ruptura asombrosa con las normas sobre integridad territorial vigentes desde hace décadas.
jueves, 9 de enero de 2025 · 07:37

NUEVA YORK (AP) — Donald Trump se presentó a las elecciones con el lema “Estados Unidos primero”. Estados Unidos, afirmó, ya no puede permitirse ser el policía del mundo. Prometió que bajo su mandato no habría nuevas guerras.

Pero desde que ganó un segundo mandato, el presidente electo ha estado adoptando una nueva agenda imperialista, amenazando con apoderarse del Canal de Panamá y Groenlandia —posiblemente por la fuerza militar— y diciendo que utilizará la coerción económica para presionar a Canadá para que se convierta en el estado 51 de la nación.

“Canadá y Estados Unidos, eso sí que sería algo. Te deshaces de esa línea trazada artificialmente, y echas un vistazo a lo que parece y también sería mucho mejor para la seguridad nacional”, dijo Trump sobre la frontera internacional más larga del mundo y el segundo mayor socio comercial de Estados Unidos.

Hablar de socavar las fronteras soberanas y utilizar la fuerza militar contra aliados y miembros de la OTAN —aunque se diga a la ligera— supone una ruptura asombrosa con las normas sobre integridad territorial vigentes desde hace décadas. Y es una retórica que, según los analistas, podría envalentonar a los enemigos de Estados Unidos al sugerir que Estados Unidos está de acuerdo con que los países utilicen la fuerza para redibujar sus fronteras en un momento en que Rusia sigue adelante con su invasión de Ucrania y China amenaza a Taiwán, que reclama como territorio propio.

Si yo fuera Vladímir Putin o Xi Jinping, esto sería música para mis oídos”, comentó John Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump reconvertido en crítico, que también fue embajador ante las Naciones Unidas.

El discurso de Trump, que refleja la visión del mundo del siglo XIX que definió a las potencias coloniales europeas, llega cuando los aliados internacionales ya estaban lidiando con las implicaciones de su regreso a la escena mundial.

Gerald Butts, exasesor principal del primer ministro canadiense saliente Justin Trudeau y amigo cercano desde hace mucho tiempo, dijo que Trump parece más envalentonado que cuando asumió el cargo por primera vez en 2017.

“Creo que se siente mucho menos libre de trabas que la última vez. No hay restricciones. Esto es Trump en su máxima expresión”, ha dicho.

Butts forma parte de un grupo de WhatsApp con otros que trabajaron para jefes de Estado y de gobierno durante el primer mandato de Trump. “Alguien bromeó diciendo que el gran temor la última vez era que no supiera lo que estaba haciendo y el gran temor esta vez es que sí lo sepa”, relató.

La retórica arrogante de Trump también marca una continuación del tipo de energía cargada de testosterona que fue una firma de su campaña, sobre todo mientras trabajaba para ganarse a los votantes masculinos más jóvenes presentándose en podcasts muy conocidos.

Charlie Kirk, un aliado clave de Trump que se unió al hijo mayor de Trump, Donald Trump Jr., en un viaje a Groenlandia esta semana, argumentó en su podcast el miércoles que era imperativo que Estados Unidos controlara Groenlandia. La isla es un territorio autónomo de Dinamarca, aliado de Estados Unidos desde hace mucho tiempo y miembro fundador de la OTAN.

Más allá de la ubicación estratégica del país en el Ártico y de sus ricos recursos, dijo Kirk, “existe este otro componente. Hace que Estados Unidos vuelva a soñar, que no seamos simplemente ese triste macho beta, bajo de testosterona, encorvado en su silla, permitiendo que el mundo nos atropelle”.

“Es la resurrección de la energía masculina estadounidense. Es el retorno del Destino Manifiesto”, afirmó Kirk, cuyo grupo Turning Point ayudó a Trump a conseguir el voto.

Los aliados de Trump sostienen desde hace tiempo que sus bravatas y sus declaraciones más audaces forman parte de sus complejas tácticas de negociación. Los ayudantes señalan que casi la mitad de los contenedores de transporte marítimo de Estados Unidos viajan a través del Canal de Panamá y que los puertos clave del canal están controlados por una empresa con sede en Hong Kong.

Groenlandia alberga la base espacial de Pituffik, el puesto estadounidense más septentrional, que desempeña un papel clave en las alertas de misiles y la vigilancia espacial. Y China y Rusia han estado haciendo sus propias inversiones en el Ártico en un momento en que se están abriendo nuevas rutas marítimas potenciales a medida que se derriten los casquetes polares.

Canadá, señala el equipo de Trump, gasta mucho menos en defensa que su vecino del sur.

“Cada decisión que toma el presidente Trump es en el mejor interés de Estados Unidos y del pueblo estadounidense. Por eso el presidente Trump ha llamado la atención sobre las legítimas preocupaciones económicas y de seguridad nacional en relación con Canadá, Groenlandia y Panamá”, indicó la portavoz de la transición Trump-Vance, Karoline Leavitt.

Pero Michael McFaul, el embajador de la era Obama en Rusia que ahora es director del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford y miembro senior de la Institución Hoover, dijo que el discurso de Trump es contraproducente para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.

“El presidente Trump está a punto de asumir el cargo en uno de los momentos más peligrosos de la historia de Estados Unidos”, indicó. “La mejor manera de hacer frente a esas amenazas será con aliados. Los aliados son nuestra superpotencia. Y por eso me gustaría que se centrara en las amenazas reales y no se inventara amenazas”.

El troleo de Trump no es la estratagema negociadora de un “genio loco”, dijo, y tendrá consecuencias.

“Tenemos enemigos y adversarios serios en el mundo, y estamos mejor con los canadienses y los daneses a nuestro lado que enfadados con nosotros”, afirmó.

Los funcionarios canadienses han respondido cada vez más airados.

“Se acabó la broma”, dijo el miércoles Dominic LeBlanc, ministro de Finanzas del país y responsable de las relaciones entre Estados Unidos y Canadá. “Es una forma que tiene, creo, de sembrar la confusión, de agitar a la gente, de crear el caos sabiendo que esto nunca ocurrirá”.

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, respondió el miércoles con sarcasmo a otra propuesta de Trump: renombrar el Golfo de México como “Golfo de América”. De pie ante un viejo mapa, bromeó diciendo que Norteamérica debería llamarse “América Mexicana”, porque un documento fundacional de 1814 que precedió a la Constitución mexicana se refería a ella de esa manera.

Se oye bonito, ¿no?”, comentó.

Dinamarca y Panamá han respondido de forma similar, y el ministro de Asuntos Exteriores panameño, Javier Martínez-Acha, declaró: “La soberanía de nuestro canal”, que el país controla desde hace más de 25 años, “no es negociable y forma parte de nuestra historia de lucha y de una conquista irreversible”.

Mike O’Hanlon, investigador principal de la Brookings Institution, dijo que le han sorprendido los recientes comentarios de Trump dado su relativo desinterés anterior por el uso de la fuerza.

Aunque Trump presumió de tener un “botón nuclear” más grande y potente que el de Corea del Norte y de haber bombardeado al general iraní Qassim Soleimani durante su primer mandato, también se presentó durante la campaña como un presidente que no había iniciado nuevas guerras y que sería capaz de evitar la Tercera Guerra Mundial.

O’Hanlon señaló que los miembros de la OTAN han jurado defenderse mutuamente si son atacados, creando lo que sería una situación sin precedentes si Trump intentara realmente tomar Groenlandia por la fuerza.

“Se podría argumentar que el resto de la OTAN estaría obligada a salir en defensa de Dinamarca”, afirmó. “Sí plantea la posibilidad, independientemente del nivel de locura, de la fuerza militar directa”.

Bolton ha criticado durante mucho tiempo a Trump por carecer de una estrategia política coherente, diciendo que su enfoque es “transaccional, ad hoc, episódico y realmente visto desde el prisma de cómo ayuda a Donald Trump”.

Aseguró que a Trump nunca le ha gustado Trudeau, y que claramente estaba disfrutando de trolear el líder canadiense mientras arremetía contra el desequilibrio comercial de las naciones. Canadá, una nación rica en recursos, vende más bienes a Estados Unidos de los que compra.

Pero Bolton dijo que el discurso expansionista del presidente electo sobre Canadá y Groenlandia puede resultar contraproducente: “Cuando haces cosas que hacen menos probable que consigas los objetivos, eso no es negociar con maestría, es una locura”.

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