Donald Trump
Trump ama la Edad Dorada y sus aranceles; una época excelente para los ricos pero no para la mayoría
Los expertos sobre esa época dicen que Trump idealiza una era plagada de corrupción gubernamental y empresarial, agitación social y desigualdad.

WASHINGTON (AP) — En la idealizada imagen del presidente Donald Trump, Estados Unidos vivió su apogeo en la década de 1890, cuando los sombreros de copa y las blusas ceñidas estaban de moda y más soldados morían de fiebre tifoidea que en combate.
Era la Edad Dorada, una época de rápido crecimiento poblacional y de transformación de una economía agrícola a un sistema industrial en expansión, en la que la pobreza era generalizada mientras que magnates de una riqueza fenomenal —como John D. Rockefeller y J.P. Morgan— ejercían una enorme influencia sobre los políticos quienes con frecuencia los ayudaban a impulsar sus imperios financieros.
"Alcanzamos nuestra mayor riqueza entre 1870 y 1913. Eso es cuando éramos un país con aranceles. Y luego adoptaron un impuesto sobre la renta", dijo Trump días después de asumir el cargo. "Está bien. Está OK. Pero habría sido muchísimo mejor".
El deseo de recrear esa época se ve alimentado por la afición de Trump a los aranceles y su admiración por el 25to presidente de la nación, William McKinley, el republicano que ocupó el cargo desde 1897 hasta su asesinato en 1901.
Aunque la implementación temprana de aranceles por parte de Trump ha sido inconsistente —ha impuesto y luego ha retirado muchos—, se ha mantenido firme en su apoyo a la idea de un proteccionismo del siglo XXI. Incluso se ha sugerido que los aranceles de importación más altos para los socios comerciales extranjeros del país podrían reemplazar eventualmente al impuesto federal sobre la renta.
Los expertos sobre esa época dicen que Trump idealiza una era plagada de corrupción gubernamental y empresarial, agitación social y desigualdad. Argumentan que también sobreestima drásticamente el papel que los aranceles desempeñaron para estimular una economía que creció principalmente debido a factores ajenos al aumento de impuestos por parte de Estados Unidos sobre los bienes importados.
Y se sostiene que las políticas de la Edad Dorada prácticamente no tienen nada que ver con el funcionamiento del comercio en la economía moderna y globalizada.
"Lo más sorprendente para los historiadores es que nadie en la economía de la Edad Dorada —excepto los muy ricos— quería vivir en la economía de la Edad Dorada", dijo Richard White, profesor emérito de Historia de la Universidad de Stanford.
Trump afirma que los aranceles altos y las tasas de interés bajas, como las que tenía Estados Unidos después de su guerra civil, pueden liquidar rápidamente la deuda federal actual y engordar las arcas del gobierno, y a la vez dar impulso a los fabricantes nacionales y atraer a productores extranjeros a establecerse en Estados Unidos.
No es un tema nuevo para él.
"Soy un Hombre de los Aranceles" —un defensor de los aranceles—, declaró Trump en una publicación en línea en 2018.

Durante su campaña para un segundo mandato el otoño pasado, Trump dijo sobre la era McKinley: "Éramos un país muy rico, y vamos a hacer eso ahora". Hoy, sostiene que "arancel" es su palabra favorita y representa "un arma muy poderosa que los políticos no han utilizado ya sea porque fueron deshonestos, estúpidos o se les pagó de alguna otra forma".
La Casa Blanca se ha apresurado a aumentar los aranceles a las importaciones de China y al aluminio y acero fabricados en el extranjero, al tiempo que promete que pronto aumentarán los gravámenes a las importaciones de la Unión Europea, así como a los nuevos automóviles, microchips y productos farmacéuticos fabricados en el extranjero. Trump también aumentó los aranceles a Canadá y México, aunque posteriormente retrasó la entrada en vigor de la mayoría de ellos.
Tiene planes similares para, potencialmente, todos los países con los que Estados Unidos comercia, y dice que el 2 de abril entrarán en vigor amplios impuestos "recíprocos" a las importaciones, los cuales serán consistentes con los gravámenes que otros países cobran a los fabricantes estadounidenses por exportar sus productos.
Douglas Irwin, profesor de economía de Dartmouth College, afirmó que la defensa de Trump de los aranceles modernos al señalar la década de 1890 está equivocada.
"Sí crecimos rápidamente a finales del siglo XIX", expuso. "Pero es una exageración atribuir eso a los aranceles".
"El presidente es más preciso cuando amplía la visión y dice: 'Miren, durante todo ese período con superávits fiscales crecimos rápidamente'. Eso es cierto sobre ese período de 40 años", agregó Irwin, autor de "Clashing over Commerce: A History of U.S. Trade Policy" (Disputas sobre el Comercio: La Historia de la Política Comercial de Estados Unidos).
"Pero, cuando profundizas en los detalles y dices: 'Subimos los aranceles en este caso', ahí es donde las cosas salen mal. O la narrativa no se sostiene bien del todo", dijo Irwin.
¿Alcanzó EU realmente su máximo auge entre 1870 y 1913?
La Edad Dorada estuvo marcada por una riqueza extraordinaria para unos pocos, y en gran medida ocultó la pobreza generalizada de muchos otros estadounidenses. El nombre proviene de una novela de 1873, coescrita por Mark Twain, que satirizaba la avaricia y el engaño del gobierno y de los políticos de la época.
Muchos líderes contemporáneos fueron abiertamente influenciados por los famosos magnates ladrones, creadores de monopolios que avivaron la industrialización y a la vez moldearon la forma en que millones de los demás estadounidenses vivían y trabajaban.
Rockefeller se convirtió en el arquetipo de la época cuando su imperio, Standard Oil, lo convirtió en el primer hombre del mundo con una fortuna de más de mil millones de dólares. Morgan fue un banquero de inversión y un legendario financista de intereses industriales. Cornelius Vanderbilt amasó una fortuna impresionante gracias al transporte marítimo y los ferrocarriles, mientras que Andrew Carnegie, magnate del acero, fue también un dedicado filántropo quien argumentó que los ricos tenían la responsabilidad moral de utilizar su riqueza para mejorar una sociedad profundamente desigual.
En términos generales, la economía estadounidense creció rápidamente entre 1870 y 1913, aunque también hubo caídas y recesiones.
Algunos historiadores la llaman la segunda revolución industrial debido a los importantes aumentos en la producción manufacturera y fabril. Nuevas industrias como el acero, la electricidad y la petroquímica tuvieron un auge, al igual que sectores como la construcción y la maquinaria.
No obstante, White explicó que esos años se caracterizaron por un crecimiento económico errático, y que esos repuntes se vieron impulsados principalmente por los millones de inmigrantes que se incorporaron a la fuerza laboral estadounidense. De hecho, el número de residentes en Estados Unidos aumentó de más de 38,5 millones en 1870 a más de 106 millones en 1920.
Otro factor fue la confiscación de tierras a los pueblos originarios de Norteamérica durante la expansión estadounidense hacia el oeste. Esto implicó la explotación de recursos naturales en el proceso —como el oro, la plata, la madera, las tierras para pastoreo y cultivo, así como el carbón, el cobre y el petróleo, especialmente tras el descubrimiento del géiser Spindletop, en Texas, en 1901.
Los salarios promedio aumentaron, pero también se incrementó la desigualdad, con una red de seguridad social prácticamente inexistente. Mientras tanto, las condiciones laborales eran a menudo tan abominables que el movimiento obrero comenzó a cobrar fuerza, al igual que los políticos progresistas que clamaban por la desintegración de los monopolios.
"Este es el apogeo de la lucha antimonopolio, la agitación política, el auge del movimiento obrero en Estados Unidos", afirmó White, autor de "The Republic for Which it Stands: The United States during Reconstruction and the Gilded Age, 1865-1896" (La República por la que aboga: Estados Unidos durante la reconstrucción y la Edad Dorada, 1865-1896). "Y la razón fue que la gente no consideraba esta como una economía particularmente sana".
De hecho, a pesar del crecimiento, el nivel de vida cayó, incluidos la esperanza de vida y los indicadores clave de salud, agregó White.
¿Podrían los aranceles reemplazar al impuesto federal sobre la renta?
El impuesto federal sobre la renta moderno se materializó con la ratificación de la 16ta Enmienda en 1913, lo que puso fin a la era de 43 años en la que, según Trump el país fue más rico. No ha detallado expresamente planes para eliminar el impuesto nacional sobre la renta desde que retomó la Casa Blanca, y no puede hacerlo sin una ley del Congreso y alterando drásticamente el presupuesto federal de formas casi incalculables.
En el año fiscal 2024, el gobierno federal recaudó alrededor de 4 billones de dólares en impuestos sobre la renta individual y retenciones fiscales, según el Departamento del Tesoro, en comparación con aranceles aduaneros que representaron alrededor de 76.400 millones de dólares.
No obstante, el presidente firmó una orden ejecutiva el día 1 que llama a la creación del Servicio de Impuestos Externos para "recaudar aranceles, derechos y otros ingresos relacionados con el comercio exterior". El secretario de Comercio, Howard Lutnick, sugirió que el objetivo de Trump era "abolir el Servicio de Impuestos Internos y hacer que todos los de fuera paguen".
El estratega republicano Karl Rove, autor de "The Triumph of William McKinley: Why the Election of 1896 Still Matters" (El triunfo de William McKinley: Por qué las elecciones de 1896 aún son importantes), ha defendido la idea de aranceles bajos y recíprocos para los socios comerciales extranjeros de Estados Unidos.
Pero Rove también dice que los aranceles no pueden reemplazar de forma realista al impuesto federal sobre la renta. Señaló en un artículo de opinión publicado en febrero, que entre 1863 y 1913, los aranceles generaron casi la mitad de los ingresos del gobierno estadounidense, pero el año pasado representaron menos del 2% de los ingresos federales.
¿Por qué Trump venera tanto a McKinley?
En su discurso inaugural, Trump calificó a McKinley de "gran presidente" y "hombre de negocios nato", quien, dijo, "hizo que nuestro país fuera muy rico mediante aranceles y mediante talento". Horas después, firmó una orden ejecutiva que revocó una directiva del gobierno de Obama y renombró el pico más alto de Estados Unidos monte McKinley.
Pero la economía actual es descomunalmente distinta a la de la época de McKinley.
La comunicación global es ahora prácticamente instantánea. En aquel entonces, la comunicación era engorrosa. Además, los productos solían ensamblarse completamente antes de ser exportados y el envío podía tardar meses. Los productos actuales suelen contener componentes de materia prima o piezas que requieren ser ensambladas y que provienen de todo el mundo, y luego son armados en lugares distintos de donde finalmente se venden.
La disrupción de estos sistemas logísticos multinacionales —cuidadosamente calibrados— por la pandemia de COVID-19 fue una razón clave por la que todo, desde sofás de cuero hasta pisos y microchips para autos nuevos, escasearon repentinamente. Y eso contribuyó a alimentar una inflación récord que comenzó en 2021 y que aún afecta a la economía estadounidense en la actualidad.
Robert W. Merry, autor de "President McKinley: Architect of the American Century" (El presidente McKinley: arquitecto del siglo estadounidense), dijo que McKinley era la voz principal en materia de aranceles en una época en que dominaban los debates sobre políticas porque eran la principal fuente de ingresos del gobierno federal, ya que no existía el impuesto sobre la renta.
Pero Trump difiere de McKinley al usar los aranceles como un "garrote para obligar a otros países a seguir nuestras órdenes en asuntos que no tienen nada que ver con los ingresos públicos, ni con asuntos económicos ni el comercio".
El presidente ha hecho lo mismo con Canadá y México, y ha utilizado amenazas arancelarias para intentar obligar a esos países a adoptar medidas más duras contra el narcotráfico y la inmigración ilegal.
"Nadie habría considerado siquiera algo así en la época de McKinley", sostuvo Merry.
McKinley defiende la Ley Arancelaria de 1890
McKinley provenía de Canton, en el noreste de Ohio, y era hijo del propietario de una fundidora de hierro especialmente vulnerable a la competencia extranjera. Obtuvo un escaño en el Congreso y representó a un distrito siderúrgico, así que promovió tanto los aranceles que una revista de humor utilizó una caricatura en su portada para apodarlo, de forma poco favorecedora, el "Napoleón del proteccionismo".
Como presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, McKinley defendió la Ley Arancelaria de 1890 que estableció el impuesto de importación más alto en la historia de Estados Unidos hasta entonces al elevarlo al 49,5% sobre más de 1.500 artículos —de todo: desde vidrio hasta platos de hojalata y pimienta de cayena. Los resultados fueron rápidamente desfavorables para la economía y para los republicanos.
"Eso causó un aumento de precios, una especie de inflación, incluso antes de que la ley entrara en vigor", dijo Merry. "El argumento era que fue una carta blanca para minoristas e industriales, quienes básicamente inflaron sus precios innecesariamente".
Los estadounidenses propinaron a los republicanos derrotas aplastantes en el Congreso durante las elecciones legislativas intermedias de 1890, y expulsaron a decenas de legisladores en funciones —incluido McKinley. Las consecuencias de los aranceles también ayudaron a Grover Cleveland a ganar la Casa Blanca para los demócratas en 1892, tras perder la reelección en el ciclo anterior.
No obstante, McKinley se recuperó. Fue elegido gobernador de Ohio y finalmente ganó la presidencia en 1896 con un eslogan de campaña que Trump ha repetido: "Soy un hombre de los aranceles sobre una plataforma arancelaria". Su campaña también recibió impulso gracias a las cuantiosas donaciones de importantes industriales como Rockefeller, quienes se oponían firmemente a William Jennings Bryan, el oponente demócrata y populista de McKinley.
Al igual que en la época de McKinley, los titanes empresariales de hoy se han esforzado por congraciarse con Trump. Mark Zuckerberg, director general de Meta, estuvo entre los líderes tecnológicos que viajaron al club Mar-a-Lago de Trump en Palm Beach, Florida —donde Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ya era una presencia habitual—, antes del día de la investidura.
Meta, Google y Microsoft se unieron a otras grandes empresas que donaron 1 millón de dólares al comité inaugural de Trump, mientras que Amazon Prime Video se dispone a distribuir un documental sobre la primera dama Melania Trump. Algunos intereses empresariales esperan que Trump marque el comienzo de una nueva era antimonopolio en la que el gobierno haga menos para bloquear la consolidación corporativa altamente rentable.
¿Qué fue la "gran comisión arancelaria"?
Sin prestar atención a algunos de los problemas políticos que los aranceles crearon para los republicanos en su era favorita, Trump se ha centrado en repetir cómo los impuestos a las importaciones tras la guerra de Secesión ayudaron a Estados Unidos a saldar las deudas en las que incurrió durante los combates —y, finalmente, a lograr superávits presupuestarios.
De 1866 a 1893, Estados Unidos mantuvo casi tres décadas consecutivas de superávits presupuestarios, impulsados principalmente por los aranceles y los altos impuestos internos sobre productos como el alcohol y el tabaco, así como por la venta de tierras federales. El pago de la deuda ayudó a reducir las tasas de interés.
Trump incluso ha comenzado a pregonar lo que él llama la "gran comisión arancelaria de 1887", que el presidente argumenta que tenía la tarea de ayudar al gobierno a gastar todos esos superávits.
Irwin dijo que existió una comisión arancelaria, pero fue convocada en realidad cinco años antes, en 1882, la cual recomendó reducir los aranceles, algo que el Congreso no hizo.
"Es difícil decir que fue un éxito político. Es difícil decir que fue un éxito económico", añadió Irwin. "Porque pasamos gran parte de la década de 1890 con un desempleo de dos dígitos".
Eso se debe a que los superávits del presupuesto federal con el tiempo comenzaron a reducir la oferta monetaria de Estados Unidos y a causar deflación. Mientras tanto, el aumento de los aranceles incrementó el costo de la vida para muchos estadounidenses, lo que, sumado a una crisis financiera en el Reino Unido, contribuyó a desencadenar la depresión económica conocida como pánico de 1893, que resultó en quiebras de ferrocarriles, un desplome de la bolsa y una recesión devastadora en que el desempleo alcanzó el 25% a nivel nacional.
La falta de soluciones del entonces presidente Cleveland fue un factor clave para que los votantes se volvieran en su contra y contra los demócratas, y se inclinaran por McKinley tres años después.
McKinley también discrepó de Trump en temas clave
Trump ha aprovechado sus primeras semanas de regreso al cargo para defender el expansionismo estadounidense de maneras nunca vistas en la era moderna.
Se ha negado a descartar que las fuerzas militares estadounidenses recuperen el control del Canal de Panamá, y ha sugerido comprar Groenlandia a Dinamarca, convertir a Canadá en el estado número 51 e incluso colaborar con Israel para encargar a promotores inmobiliarios estadounidenses la transformación de la Franja de Gaza en una "Riviera" costera.
Hay ecos de McKinley en ello, dado que, como presidente, se movilizó para expandir el alcance de Estados Unidos. Filipinas, Guam y Puerto Rico se convirtieron en territorios estadounidenses como parte del tratado que puso fin a la guerra hispano-estadounidense en diciembre de 1898.
Pero la comparación no es tan sencilla. McKinley también era escéptico del expansionismo estadounidense, e incluso escribió una nota para sí mismo al comienzo de la guerra y la llevó consigo como recordatorio, indicó Merry.
"Mientras estemos en guerra, y hasta su conclusión, debemos conservar todo lo que obtengamos", decía la nota. "Cuando la guerra termine, debemos conservar lo que queramos".
Poco después de ganar la reelección en 1900, McKinley comenzó a replantearse los aranceles, ya que una base manufacturera estadounidense más fuerte y en constante crecimiento lo hizo apreciar más los mercados extranjeros.
"McKinley empezó a comprender que, si queríamos vender nuestros productos en el extranjero —como necesitaríamos hacer porque tendríamos más productos que mercado para ellos—, también tendríamos que aceptar mercancías", dijo Merry.
Agregó que McKinley pronunció un discurso en Buffalo, Nueva York, en el que describió "este concepto de reciprocidad, que era: Estoy dispuesto a reducir los aranceles. Incluso yo. Incluso William McKinley".
"Esa fue su primera gran iniciativa tras ser reelegido", reportó Merry.
En ese discurso del 5 de septiembre de 1901, McKinley declaró: "Una política de buena voluntad y relaciones comerciales amistosas evitará represalias. Los tratados de reciprocidad concuerdan con el espíritu de la época. Las medidas de represalia, no".
Trump ahora promete que aranceles recíprocos similares entrarán en vigor el próximo mes. Pero lograrlo con éxito será otra diferencia con McKinley, quien nunca tuvo la oportunidad.
Al día siguiente de su discurso en Buffalo, McKinley fue asesinado a tiros por el anarquista Leon Czolgosz. Murió el 14 de septiembre de 1901.