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“Saga familiar”, la historia del siglo XIX a través de la familia Díaz Covarrubias

En este libro Carlos Almada plantea una biografía colectiva de la familia Díaz Covarrubias y de su miembro más reconocido: Gabino Barreda, fundador de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y el máximo exponente del positivismo mexicano.
domingo, 8 de junio de 2025 · 07:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el tumultuoso siglo XIX mexicano marcado por la inestabilidad política, las invasiones de potencias extranjeras y la penuria económica, hubo una familia de “ilustres”, los Díaz Covarrubias, cuyo destino estuvo ligado al devenir del país. Aunque relegados por los libros de historia, dejaron su huella en disciplinas tan diversas como la astronomía, la diplomacia, la educación y la literatura.

Para difundir el legado de esta familia y profundizar en la historia de sus vidas, Carlos Almada escribió Saga familiar, publicado por Debate, una biografía colectiva de la familia y su miembro más reconocido: Gabino Barreda, fundador de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y el máximo exponente del positivismo mexicano.

En conversación con Proceso, Carlos Almada reveló que el libro es el resultado de seis años de trabajo: cuatro de investigación y dos de escritura. En sus páginas ofrece un recorrido por el siglo XIX, que intenta “fundir geografía e historia” y busca ser un relato interesante, pero al mismo tiempo veraz.

Almada. Embajador en Japón. Foto: X  @CarlosFAlmadaL.

Almada se desempeñó como embajador de México en Portugal y Japón. Fue director general del Instituto Internacional de Ciencias Administrativas en Bruselas, Bélgica. Como autor, escribió el libro México-Japón: 130 años de relaciones diplomáticas, publicado por la Cancillería mexicana.


 

El renacimiento de la patria

Para Almada, los miembros de la familia Díaz Covarrubias representan “el renacimiento nacional después de la calamitosa derrota de 1846-48”, cuando México fue invadido por Estados Unidos y perdió la mitad de su territorio.

Sin embargo, la familia Díaz Covarrubias perdió más que eso, pues el padre, José de Jesús Díaz Pérez, poeta y ferviente defensor de la patria -quien fue abanderado de Iturbide cuando el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México en 1821- no pudo soportar el golpe de la derrota y murió.

Aunque murió joven, les plantó a sus hijos la semilla del amor por su país, que su madre, Guadalupe Covarrubias de Díaz, se encargaría de alimentar. Durante el resto de sus vidas éste fue el motor que guio todos sus esfuerzos.

El siglo XIX en México fue un periodo difícil por las invasiones extranjeras. Tras la consolidación de la Independencia en 1821, hubo un intento de reconquista española en 1829; en 1836, la pérdida de Texas; de 1838 a 1839, la primera intervención francesa. Después, la intervención norteamericana entre 1846-1848; y luego la segunda intervención francesa de 1861 a 1867, cuando el ejército francés impuso el gobierno de Maximiliano de Habsburgo.

“Además, durante la primera mitad del siglo tuvimos más de un gobierno por año, una cincuentena de gobiernos productos de golpes de Estado, de guerras civiles”, puntualizó el autor, quien sostiene la tesis de que “familias o personas como los Díaz Covarrubias, construyeron a México como estado nacional”.

Francisco Díaz Covarrubias. Foto: Especial.

“Para Francisco Díaz Covarrubias el amor patrio era el más sublime de todos los amores”, enfatizó Carlos Almada. “Esto que hoy puede parecernos un exceso retórico se puede entender porque a lo largo de sus vidas en el siglo XIX, tan tumultuoso, el país estuvo en peligro muchas veces. Estuvo a punto de desaparecer; y el país era lo único que tenían y debían de construirlo”.

La familia Díaz Covarrubias estuvo compuesta por seis hermanos, tres varones y tres mujeres. “Francisco se convierte en el astrónomo más importante de su época, Juan en un médico joven, escritor con una vida trágica; José en un abogado destacado, político, profesor, autor, formado al lado de Sebastián Lerdo de Tejada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Y las hermanas eran también brillantes gracias al impulso de la madre”.

Adela se casó con Gabino Barreda, y Leoncia con Juan Sánchez Azcona, prominente hombre de leyes y diplomático. El hijo de Leoncia fue Juan Sánchez Azcona y Díaz Covarrubias, uno de los amigos más cercanos de Francisco I. Madero. La tercera hermana, Elena, fue la única que permaneció alejada del acontecer público.

“Lamentablemente, el sentido patriarcal de la época, mayor todavía al de la nuestra, no permitía a las mujeres ser reconocidas. Llevaban a cabo funciones principalmente del hogar (...) Sin embargo, sabemos por diferentes narraciones que fueron educadas esmeradamente, de manera sofisticada”, destacó Carlos Almada.

Sus primeros años los pasaron en Xalapa, una ciudad “por donde transitaba el comercio exterior, las ideas, las importaciones, las exportaciones”. Los Díaz Covarrubias se trasladaron a la Ciudad de México después de la muerte del padre en el año de 1846. Al llegar a la capital pasaron tiempos “con grandes agobios económicos”. Pero lograron salir adelante con el apoyo de José Joaquín Herrera, amigo de la familia, paisano de Xalapa y presidente de México.

Gabino Barreda. Foto: Especial.


 

Legado de la familia Díaz Covarrubias

Para Carlos Almada, el principal legado de la familia fue el método científico, “fruto de la incorporación del positivismo a México en el momento en el que triunfó la República”. El método científico fue recogido primero en la Escuela Nacional Preparatoria y después en la Universidad Nacional de México, fundada en 1910.

“Y el otro legado fundamental de esa familia, y muy olvidado, perdido, fue la escuela primaria elemental, laica y obligatoria”, enfatizó el autor.

La familia Díaz Covarrubias también dejó un legado en la diplomacia. En 1874 Francisco viajó a Japón, como presidente de la Comisión Astronómica Mexicana, para representar a México “en el acontecimiento científico más importante del siglo, que fue la observación de Venus”.

Fruto de aquella expedición, México y Japón firmaron el primer tratado igualitario, que respetaba la soberanía de Japón, en 1888, explicó Carlos Almada. “Y los informes de Francisco fueron determinantes para que México comprendiera la importancia de hacerlo así, y es algo que los japoneses siempre han recordado”, destacó.

Además, el autor compartió que cuando fue embajador de México en Japón fue invitado a Yokohama, en donde vio una placa “dedicada a los héroes científicos mexicanos y japoneses”. Recientemente la Asociación Astronómica de Japón declaró a los dos puntos en los cuales se establecieron las estaciones de los astrónomos mexicanos, Patrimonio Astronómico del Japón, dijo el autor.

Francisco Díaz Covarrubias llegó a Japón cuando estaba iniciando su modernización. Supo entender que las relaciones entre ambas naciones debían ser simétricas, “y no desiguales como las que le habían impuesto a Japón las potencias occidentales en la nueva ola imperialista de la segunda mitad del siglo XIX”, explicó Almada.

En esa época, las relaciones internacionales estaban dominadas por ideas darwinistas. Los países se clasificaban en “países civilizados” (las grandes potencias europeas y Estados Unidos) “países semibárbaros” y “países bárbaros”. En consecuencia, “demostrar que México era un país civilizado se trataba de una medida preventiva para salvaguardar la soberanía” enfatizó el autor.

Otros miembros de la familia tuvieron papeles en la diplomacia. Juan Sánchez Azcona, esposo de Leoncia, fue ministro, el equivalente en ese entonces a embajador, en Italia, en Argentina y en las Repúblicas Centroamericanas. Gabino Barreda fue brevemente ministro de México en Alemania.


 

Lecciones del siglo XIX para el presente

“Creo que la lección más importante es que nuestro país pudo disolverse y gracias a muchos mexicanos, logramos mantenerlo. Yo creo que lo que debemos hacer es apreciarlo y cuidarlo”, compartió el autor.

Ante la pregunta sobre si considera que en la actualidad hay algún personaje que se pueda asemejar a Gabino Barreda o a los Díaz Covarrubias en humanismo, respondió que en México a lo largo del siglo XX se multiplicaron las universidades, los centros de investigación, las asociaciones de diverso tipo, por lo tanto:

“Hoy muchos jóvenes mexicanos que tengan tesón, que tengan voluntad de superación, lo pueden hacer en muchos lugares del país. En este sentido creo que es innegable que hemos tenido avances. Eso no quiere decir que seamos perfectos, ni muchísimo menos, pero tenemos, sin duda, avances”.

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