Una extraña semana
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Sin haber tenido una exposición institucional antológica o por lo menos de revisión de carrera, una de las principales pioneras del arte objeto en México, Yani Pecanins, murió el pasado miércoles 5 de junio acompañada del reconocimiento de un sector de la comunidad artÃstica que, indiferente a los valores neoliberales de éxito mercantil o de posgrados curatoriales, recordó a una artista exquisita que significó a la sencillez como esencia tanto de su vida, como de su creación artÃstica.
Nacida en 1957 en la Ciudad de México, Yani Pecanins fue hija y sobrina de dos mujeres que sobresalieron en las pasadas décadas de los años sesenta y setenta por su labor como promotoras culturales y comerciales del arte mexicano: las emblemáticas gemelas catalanas MarÃa Teresa y Ana MarÃa Pecanins (1930, Barcelona-2009, DF; agosto y diciembre respectivamente). Fundadoras –con su hermana Montserrat– de la GalerÃa Pecanins en 1964, Teresa y Ana MarÃa se distinguieron por una alegre afectividad que derivó en la exhibición de lenguajes abstractos y prácticas conceptuales incipientes.
A finales de la década de los años setenta, en el contexto de las prácticas emergentes, Yani, la hija de Tere Pecanins, se inició en la producción de libros-objeto. Después de fundar en 1977 Cocina Ediciones, en 1985 abrió con el pintor Gabriel Macotela y el artista de collage Armando Saenz, un espacio denominado El Archivero que funcionó como galerÃa, taller y archivo de libros de artista hasta 1993.
Al margen de su labor como productora y promotora de libros de artista, alrededor de 1983 Yani inició su trayectoria como creadora. Interesada en evocar memorias a partir de objetos propios, familiares o encontrados, la artista desarrolló una poética basada en tonos blancos y blancuzcos en la que sobresalÃan objetos textiles domésticos como carpetas y pañuelos, fotografÃas, distintos impresos y, sobre todo, diferentes tipos de botones cocidos al soporte con hilos blancos o de otros colores.
Ensambladas a manera de cajas o collages, sus obras destacaron siempre por una poética nostálgica, elegante y sutil que convertÃa a los botones y a otros objetos caracterÃsticos de imaginarios femeninos –textiles, vestidos, agujas, alfileres–, en universos etéreos en los que el pasado y el presente se fusionaban en una experiencia atemporal vinculada con exilios, temores y pertenencias sociales que se unÃan simbólicamente a través de los escasos y sencillos botones.
Convencida de que, como decÃa su abuela materna, la sencillez es la esencia de las personas y las cosas, Yani Pecanins vivió siempre en una discreción que la mantuvo al margen de los espectáculos curatoriales que promueven los museos institucionales.
Totalmente contraria a la calidad y profesionalismo artÃstico de Yani Pecanins, la grotesca y casi vandálica obra de la artista conceptual argentina Mercedes Aquà se impuso en la semana como una desesperada acción de exhibicionismo pseudoartÃstico. Registrada en ocho fotografÃas que se expusieron en el Museo de Artes Gráficas de Saltillo, Coahuila, la acción de la pseudoartista consistió en orinar sobre un petrograbado perteneciente al paraje denominado El Gavillero en el municipio de General Cepeda, Coahuila, intervenirlo con pintura azul e imprimir el diseño de la piedra en su nalga.
Y por último, una declaración que hizo la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) el pasado lunes 3 de junio, en el contexto de la presentación de los homenajes que se rendirán a Miguel León-Portilla: Lucina Jiménez declaró que su viaje a la Bienal de Venecia (Proceso 2220) tuvo un costo de 7 mil pesos. Este costo, ¿será verdad o mentira?
Este texto se publicó el 9 de junio de 2019 en la edición 2223 de la revista Proceso