Uno de los eventos más asombrosos de los grandes maestros del ajedrez es la capacidad para poder jugar a la ciega, es decir, sin tener que ver el tablero y las piezas. Basta que les indiquen los movimientos para que el ajedrecista imagine el tablero y sepa dónde están las piezas.

Lo irónico es que hoy el Estado se enoja de las resistencias indígenas como la neo-zapatista porque han logrado su autonomía, ya no le besan la mano a papá gobierno.

Ni el partido en el poder ni la oposición ni las virtuales candidatas ni la ciudadanía alcanzan a comprender el desastre en el que nuestros deseos de fin de año están inmersos. Jamás habrá paz ni democracia mientras sólo las deseemos y las reduzcamos al ámbito de un proceso electoral putrefacto.

No sólo nuestro país tendrá elecciones: casi la mitad de la población mundial irá a las urnas. Las encuestas dan clara ventaja del oficialismo en México, El Salvador y República Dominicana; mientras la oposición, con empuje en Panamá, Uruguay y Venezuela.

La presencia de los zapatistas, el mensaje que ahora nos lanzan en vísperas de su trigésimo aniversario y de esta oscuridad que se anuncia será más densa, es de esa índole. En ellos veo el único punto de luz en la oscuridad.

El crimen organizado es el tercer pasajero que ha tomado el control del tren y ahora avanza sobre todo el sistema ferroviario. El narcotráfico y el tráfico de personas son su prioridad y base gigantesca de sus ganancias, pero no únicamente.